Tal como sucedió la primera vez, la tercera edición de la Copa Justo Novillo Astrada volvió a ser una fiesta de familiares y amigos que, a través del polo, las anécdotas que dibujan sonrisas en el alma, la música y un espíritu de camaradería, recordaron y honraron al querido Justo, hijo de la reconocida paisajista Ernestina Anchorena y el polista Eduardo Novillo Astrada (murió en un accidente de auto, a los 22 años, en junio de 2021), que supo hacer, como pocos, un auténtico culto de la amistad.
Una vez más, a la cabeza de la organización estuvo su hermano mellizo Cruz, acompañado por amigos de toda una vida que le pusieron el cuerpo y el corazón a esta iniciativa que tuvo lugar el sábado 20, en La Aguada, el campo de los Novillo Astrada ubicado en Open Door. “La linda idea de Cruz es que el torneo represente lo que Justo era: un ser maravilloso, que integraba a la gente y conectaba con la naturaleza. Tenía muchísimos amigos y amigas y a todos los quería por igual. Entonces el torneo se plantea de esa manera: es mixto. Vos te anotás con una pareja, hay un sorteo y te toca jugar, a lo mejor, con gente que no conocés. Eso es para que todos se conozcan. Hay otras reglas, además, para que las chicas tengan las mismas posibilidades que los chicos y se invita a un montón de gente que no es del mundo del polo. Hay artistas, bandas de música, artesanos, foodtracks, un desfile de carruajes… Es magnífico porque ves familias enteras”, reconoce Ernestina.
Este año, el torneo, que se divide en tres copas (JNA, Margarita Perkins y Javier Novillo Astrada), tuvo su presentación oficial en La Catedral, ni más ni menos. “Me enorgullece enormemente lo que hace Cruz y lo apoyo en todo lo que puedo, que organice este homenaje y pueda trascender la tristeza que produce la pérdida haciendo algo tan lindo y que convoca a tanta gente me parece admirable”, sigue Tina, como la llaman cariñosamente sus amigas. “Salió increíble. A la noche tocaron los amigos de Justo que tienen una banda, Los Búhos, que está dando mucho que hablar. Yo los miraba desde afuera a ellos, al resto de los chicos escuchando atentamente y me emociona decir que Justo estaba ahí, entre ellos”.
Durante la jornada se entregaron diferentes premios que se consiguieron a través de donaciones. “No puedo dejar de mencionar a Araucana, una comunidad de tejedoras que me llamaron porque habían leído la historia de Justo. Él se abrigaba siempre con un poncho y llevaba sombrero. Entonces quisieron regalarme un poncho para Justo y yo lo recibí en su nombre”, cierra conmovida.