El portal de cuentos La palabra precisa celebró su décimo aniversario

El portal literario marplatense #LaPalabraPrecisa, en el que se publican semana a semana cuentos y relatos breves de autores como Eduardo Sacheri, Griselda Gambaro, Ana María Shua, Claudia Piñeiro, Guillermo Saccomanno, Samanta Schweblin, Paula Perez Alonso, Miguel Ángel Molfino, Luciana Balanesi, Javier Chiabrando, Mauro De Angelis y Carolina Bugnone, celebró sus primeros diez años. Desde 2014 autores nacionales y extranjeros (como la española María Dueñas, el nicaragüense Sergio Ramírez y el estadounidense Paul Auster) colaboran con el portal creado por el gestor cultural Marcelo Franganillo.

Brindis por los diez años de «La Palabra Precisa»; de izquierda a derecha, Nino Ramella, Marcelo Franganillo, Enriqueta Barrio, Liliana Escliar, Juan Sasturain, Juan Carrá, Mauro de Angelis, Ihan Quiroz, Ignacia Sansi, Martín Kobse, Ana Mayorano, Luciana Balanesi y Javier ChiabrandoMarcela Lucero

El encuentro se llevó a cabo en las instalaciones de La Usina de la Loma, edificio que a comienzos del siglo pasado funcionaba como generador de energía eléctrica y que ahora la Empresa Distribuidora de Energía Atlántica (Edea) destina a actividades educativas y culturales abiertas al público con el nombre de Comunidad y Energía. El periodista Nino Ramella entrevistó al escritor Juan Sasturain.

Nino Ramella y Juan Sasturain, el primer autor en publicar un texto breve en «La Palabra Precisa»Marcela Lucero

“El portal fue pensado para ayudar a la difusión de los autores marplatenses, pero el aporte de nombres consagrados que se sumaron para darle impulso ayudaron a una difusión que hizo que trascendiera largamente estas fronteras -dice Franganillo a LA NACION-. Estamos empeñados en que La Palabra Precisa crezca y tenemos en ciernes el lanzamiento de un concurso que ayude a ese fin. El incremento de la cantidad de lectores es indicio no solo del disfrute que implica la literatura sino de que también se ha convertido en refugio en tiempos difíciles. Por eso queremos acompañar este proceso”.

La Palabra Precisa es un espacio que permite conocer a autores y autoras a los que no necesariamente llegarías en una librería -dice el escritor Juan Carrá a LA NACION-. Además recupera en algún punto la tradición seriada del folletín, pero con una serie de cuentos por autor: lectores que esperan la llegada de un cuento para leer y comentar en las redes. Una forma viva de apropiación de la literatura y a la vez, para quienes escribimos, un canal para sumar lectores”. El autor de No permitas que mi sangre se derrame participó de la celebración.

El sábado, Franganillo -responsable además de la producción del Ciclo Planeta (charlas de autores de la editorial durante el verano en ciudades de la costa atlántica bonaerense y en otras localidades del país)- agradeció a Lisandro Iserte, consultor de marketing digital que lo incentivó para crear un portal con el material que podría obtener de sus múltiples contactos con autores y editores. “Tuvimos suerte con la generosidad de los escritores -dijo Franganillo-. Así nacieron secciones, como la de los cuentos de vacaciones y de Navidad. Los lectores se multiplicaron y eso nos entusiasmó para seguir”. En la sección mencionada, Auster participó con “El cuento de Navidad de Auggie Wren”.

Juan Sasturain publicó el primer texto en la historia de La Palabra Precisa. En diálogo con el periodista Nino Ramella, evocó su experiencia de estudiante en el Instituto Don Bosco de Mar del Plata (su familia se radicó en esa ciudad cuando él tenía diez años).

“Por aquel entonces nuestro profesor de Castellano, así se llamaba la materia, era Ricardo ‘el Pelado’ Marcángeli -recordó Sasturain-. Un día entró y sin decir nada se puso a escribir en el pizarrón negro, como eran los pizarrones en aquel tiempo, un poema, un soneto más precisamente. Se trataba de ‘A la efigie de un capitán de los ejércitos de Cromwell’, de Borges. Copien, dijo el Pelado”. El profesor falleció en 2006 en Mar del Plata. “Dejó muchos amigos y también muchos pibes grandes como yo, agradecidos para siempre por aquellas revelaciones de una mañana de invierno”.

El secretario de Educación de la Municipalidad de General Pueyrredón, Fernando Rizzi, hizo entrega a Franganillo de una resolución donde se declara a La Palabra Precisa de interés educativo municipal.

Un cuento de Esther Cross en “La Palabra Precisa”

Hermanos en la lucha

Cuando el padre llegaba a casa, ponía fin a las peleas de los hermanos. Solo ese gigante podía apartarlos. Los agarraba del brazo o el cuello, uno de cada lado, y al fin podías saber cuál era cuál. Los separaba, les decía cosas en voz baja, los tenía en vilo. Los chicos pedaleaban en falso, como renacuajos indefensos. Tiraban trompadas a la nada por inercia. El mayor era petiso y corpulento. El más chico era fibroso y flaco. El padre no los separaba en pos de la armonía familiar. Llegaba a casa borracho y quería dormir. Después les daba una paliza y se metía en su cuarto mientras decía que los hermanos no tienen que pelearse. Los chicos se quedaban viendo televisión. La luz azul y blanca les daba sueño. Veían películas de vaqueros y programas de Lucha Libre. Eran fans de Billy Roña Santos y del Solitario y sus lances suicidas.

Siempre se peleaban. Cualquier excusa les venía bien. Así los recordamos: unidos en la lucha, dos en uno, pegados por pegarse. Después llegaba el padre. Una vez el hermano mayor apareció en la escuela con un diente roto. Dijo que había chocado con un árbol pero nos dimos cuenta de que había sido un árbol de cinco dedos. Otra vez, el hermano más chico faltó dos días y nadie se animó a preguntarle qué le había pasado cuando volvió, rengo, a clase. “Yo no me atrevo a preguntarle”, decíamos todos al ver cómo nos miraba, desafiante, su hermano mayor.

Una noche, cuando el padre salió borracho de la cantina, lo atropelló un auto y murió en el acto. Los hijos levantaron un altarcito en el lugar, con una cinta roja y una botella que alguien vaciaba todas las noches religiosamente y ellos volvían a llenar. El mayor tenía dieciocho años. Había quedado petiso pero era fuerte como un toro. El más chico tenía diecisiete, y compensaba en agilidad lo que le faltaba en fuerza.

Desde entonces se ganan la vida haciendo lo que mejor saben hacer: pelean. Son genios del llaveo y la lucha aérea. Entrenan en un gimnasio de Bragado. Como son los mejores, cada temporada terminan luchando entre sí cuando llegan las finales. Son un número fijo. Y ya no hay nadie que pueda separarlos.

Más cuentos y relatos breves en este enlace.

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