El descanso nocturno juega un papel crucial en la recuperación y el bienestar diario del cuerpo. A lo largo de la vida, las necesidades de sueño varían, por lo que la NHS (Servicio Nacional de Salud británico) proporcionó ciertas pautas precisas sobre la cantidad de horas que se deben dormir dependiendo de la edad. Cabe destacar que, los niños pequeños que se encuentran en crecimiento, necesitan acostarse temprano para descansar todas las noches, pero los adultos pueden quitarse algunas horas de sueño.
Es normal experimentar dificultades para dormir, pero sentirse constantemente cansado durante el día podría ser una señal de que no se está obteniendo el descanso nocturno necesario para recuperarse por completo. Según el NHS, un adulto sano normalmente necesita dormir entre siete y nueve horas. Sin embargo, la edad, la salud y las circunstancias personales afectan la cantidad de sueño necesario, además de que algunas personas duermen más que otras.
Los adolescentes, los niños y los bebés necesitan dormir más porque todavía están creciendo, pero eso también varía. Un recién nacido puede dormir entre ocho y 16 horas. A su vez, en líneas generales, la mayoría de los adultos deberían apuntar a dormir al menos siete horas por noche. No obstante, los expertos en sueño reconocen que estas pautas no son exactas, ya que cada persona es única y sus requerimientos de descanso pueden variar considerablemente.
A continuación, las recomendaciones de las horas de sueño ideales dependiendo la edad de cada uno:
La cantidad de sueño necesario para la recuperación del cuerpo depende de varios factores, como el nivel de actividad y la salud general. Por ejemplo, una persona menos activa puede necesitar menos horas de sueño que alguien muy activo, incluso si tienen la misma edad. Si siete horas de sueño no parecen suficientes, aumentar a ocho o nueve podría ser beneficioso. Hay que tener en cuenta que forzarse a levantarse de la cama debido a la falta de sueño puede afectar negativamente los procesos restaurativos y las funciones del cuerpo.
La falta de sueño puede ser exacerbada por diversos problemas de salud física y mental, como la depresión, la ansiedad, la apnea obstructiva del sueño y el dolor crónico. Estas condiciones no solo dificultan conciliar el sueño adecuadamente, sino que también pueden interrumpir el descanso nocturno, afectando negativamente la calidad y la duración del sueño necesario para una recuperación efectiva del cuerpo.
A largo plazo, la privación crónica de sueño puede tener graves consecuencias para la salud. Es posible comprometer la inmunidad del cuerpo, dificultando su capacidad para combatir infecciones, y asociarse con niveles elevados de cortisol, lo que aumenta el riesgo de hipertensión arterial y otros problemas de salud. Además, la falta del descanso puede provocar un aumento del apetito y antojos de alimentos ricos en azúcar y carbohidratos, contribuyendo al aumento de peso y otros desequilibrios metabólicos.
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