En 2002, Luis Fernando Iribarren, uno de los mayores asesinos múltiples de la historia penal argentina, fue condenado a reclusión perpetua más la accesoria por tiempo indeterminado. A fines del mes pasado, durante una salida educativa, se fugó. Estuvo 11 días prófugo. Hasta hoy, que fue capturado por detectives de la Policía Federal Argentina (PFA). Estaba escondido en Santiago del Estero.
Así lo informaron a LA NACION fuentes judiciales. Iribarren fue detenido en Villa Atamisqui, una localidad situada a 140 kilómetros la capital de Santiago del Estero, por personal de la División Búsqueda de Prófugos de la PFA.
“Ley y orden. La sociedad libre y no presa de estos monstruos. Ahora va a seguir pagando por todo lo que hizo”, sostuvo la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, en su cuenta de la red social X.
A pesar de su peligrosidad y la magnitud de la condena, el Juzgado de Ejecución Penal N°1 de Mercedes lo había beneficiado con salidas educativas, sin custodia y con el monitoreo de un geolocalizador. El 28 del mes pasado aprovechó ese control laxo fijado por la Justicia y huyó.
Iribarren mató a más personas que el odontólogo platense Ricardo Barreda, que asesinó a su esposa, su suegra y sus dos hijas en la capital provincial. Es conocido como “El carnicero de Giles” por asesinar a su madre, su padre, su hermana, su hermano y su tía.
El 29 de agosto de 2023, el mencionado juzgado autorizó a Iribarren a asistir por sus propios medios a cursar distintas materias de las carreras de Ciencias Económicas y Periodismo, los martes, jueves y viernes, de 8 a 10, de 11.30 a 15.30 y 18 a 20.30, respectivamente.
Después de asistir a las clases de Introducción a la Economía y Estructura Económica Argentina, Criminología, Comunicación y Medios, y Antropología Social y Cultura, Iribarren debía regresar a la cárcel de Olmos, donde cumplía la condena más severa establecida por el Código Penal Argentino. Sin embargo, no volvió.
Cuando superó el rango horario autorizado para regresar al penal de Olmos se activó la alerta y los responsables de la cárcel avisaron a la policía. Así comenzó la búsqueda de uno de los mayores asesinos múltiples de la historia criminal argentina.
Según fuentes oficiales, Iribarren, de 59 años, había sido beneficiado con la inclusión al régimen abierto y de estímulo educativo en mayo de 2017. Además, el beneficio concedido por el Juzgado de Ejecución Penal N° 1, de Mercedes, le otorgó la reducción de diez meses de la pena como premio por su voluntad de estudiar.
La cadena de beneficios concedidas por la Justicia al asesino múltiple siguió en noviembre de 2021 cuando fue autorizado a tener salidas transitorias de la cárcel durante 24 horas. Tres meses después, la Sala III de la Cámara de Apelaciones y Garantías, de Mercedes, revocó el beneficio de las salidas transitorias para el asesino múltiple por solicitud del Ministerio Público.
En octubre de 2022, el Juzgado de Ejecución Penal N° 1, de Mercedes, rechazó un nuevo pedido de Iribarren para acceder al régimen de las salidas transitorias. Pero, en agosto de 2023, ese mismo magistrado le concedió la autorización para que fuera a estudiar a la sede de la Facultad de Ciencias Económicas situada en la calle 6 al 700, en La Plata y a la Facultad de Periodismo y Comunicación.
“Sin pensar, pero comprobando que estaba cargada, agarré el arma. Entré en la pieza en la que dormían mis padres y mi hermana. Con la seguridad de que tenía ubicados los cuerpos y de que no me hacía falta mirar, cerré los ojos. No sé si les disparé dos o tres balazos a cada uno”, expresó Iribarren ante el funcionario judicial que le tomó declaración.
Considerado un homicida múltiple, el “carnicero de Giles”, luego de una discusión, mató con certeros disparos de una carabina vizcachera a su padre, a su madre, a su hermana y a su hermano. Eso se sabe hoy, fue a mediados de 1986 en San Andrés de Giles.
“Salí de la pieza, siempre con el arma entre mis manos, cerré la puerta y pasé al dormitorio de mi hermano. A medida que me acercaba, miraba cómo dormía. Recuerdo que le pegué con el cañón del arma en la cabeza. En ese momento, sin pensarlo, disparé una vez más. Después de que le pegué el balazo, mi hermano quedó con los ojos abiertos. No sé si se despertó por el ruido o por qué, en ese momento comenzaba a amanecer”, agregó el acusado al describir cómo mató a su familia en la casa de campo que tenían en la zona rural de Tuyutí, a 20 kilómetros de San Andrés de Giles.
Por la cantidad de víctimas, semejante masacre podría asimilarse al ataque del odontólogo Ricardo Barreda que, en 1992, asesinó a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas en La Plata. Crímenes por los que fue condenado a la pena máxima de prisión perpetua tres años después, en tiempos en que ese conmocionante crimen no fue calificado como lo que hoy se sabe que fue: un femicidio múltiple.
Pero la furia asesina de Iribarren no se detuvo con los homicidios de sus padres y sus hermanos. Completar el registro que lo convirtió en uno de los mayores asesinos múltiples de nuestro país le llevó nueve años. En 1995 concretó el último de los cinco homicidios por los que lo condenaron.
“No tuve el coraje de dispararle a mi tía con el arma porque me acordé de lo que les había hecho a mis padres y a mis hermanos, y no soportaría hacerlo de nuevo. Por lo que seguí buscando otro objeto. Al llegar al patio vi el hacha. En realidad, había dos hachas. Tomé la que tenía el mango más largo y me dirigí a la habitación de mi tía. Me paré al costado de la cama y le pegué dos golpes en el costado izquierdo de la cabeza”, manifestó el imputado, según consta en su declaración. Por supuesto, este tramo de la declaración, esa confesión de un crimen que incluía la revelación de otros cuatro, no pasó desapercibida para nadie.
Al revisar la casa de Cámpora 1568, los policías advirtieron que había tierra removida a metros de la casilla donde se guardaban los tubos de gas envasado. Iribarren había excavado un pozo de casi medio metro de profundidad. Allí, cubierto con una sábana, estaba el cuerpo de Alcira Iribarren, la docente jubilada, tía del acusado.
LA NACION