Sergio Fenoy: ?La pobreza crece como un fantasma y devora el futuro?

«No podemos vivir en una ciudad que se empobrece cada día más», dijo alarmado el prelado.

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El arzobispo de Santa Fe, Sergio Fenoy, dio este lunes su tradicional mensaje dirigido a los fieles para este tiempo especial con la llegada de la Navidad, desde el Convento de San Francisco.

En una conferencia de prensa previa, el arzobispo fue muy crítico en torno a los datos de la pobreza y la inequidad en la capital santafesina.

La pobreza es alarmante

«Jesús nació y murió pobre. Con eso valorizó el signo del pobre, pero nunca nos comprometemos suficientemente con ellos. En una ciudad muy empobrecida, creo que tenemos que seguir haciendo esa elección y esa prioridad por ellos», sostuvo a través del móvil de AIRE.

«La pobreza es alarmante; la pobreza y la inequidad. A mí me cuesta simplificar en números, pero la encuesta permanente de hogares ha dado unos porcentajes altísimos, pero casi seis de cada diez santafesinos están bajo el límite de la pobreza«, detalló el religioso haciendo referencia a la ciudad de Santa Fe.

La pobreza crece como un fantasma y devora el futuro

«Esto debería como potenciarnos, alarmarnos, unirnos, buscar alguna estrategia común entre todos, pero no podemos vivir en una ciudad que se empobrece cada día más. Es una ciudad habitable, pero la pobreza crece como un fantasma y devora el futuro, devora la vida, devora las ilusiones», concluyó.

El mensaje de Navidad del arzobispo Sergio Fenoy

En las puertas del Año Santo 2025, dedicado a la esperanza, la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz difundió el mensaje de Navidad 2024. «En los pasos de José y María se esconden nuestros pasos», reza el mensaje del arzobispo Fenoy.

El mensaje completo:

«Por un decreto del emperador romano, María y José se vieron obligados a dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos, en cambio, iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar.

Lo más difícil fue llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar. Allí, en medio de la oscuridad, en medio de un mundo, que pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros, se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios.

María y José, los que no tenían lugar, son los primeros en abrazar a aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la fragilidad del más débil.

En los pasos de José y María se esconden nuestros pasos. Muchos de ellos, cargados de esperanza, cargados de futuro. En otros, en cambio, son pasos que tienen solo un nombre: sobrevivencia.

La fe que ilumina la noche de Navidad, nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él está en el que llega sin avisar, en el que camina por nuestras ciudades, pueblos y barrios, tantas veces irreconocible; en el que golpea nuestras puertas.

En el Niño de Belén, Dios sale a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea, para animarnos a dar espacio a los otros, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar.

Se nos ofrece para que lo tomemos en brazos, para que lo alcemos y abracemos. Para que en él no tengamos miedo de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al que está de paso, al desnudo, al enfermo, al preso (cf. Mt 25,35-36).

Dios nos invita a hacernos cargo de los que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas, por eso, agradezco profundamente el testimonio de tantos hermanos y hermanas que, casi siempre en silencio, y movidos por la imaginación del amor, hacen de sus vidas un don para los demás, ayudándose mutuamente y compartiendo lo que cada uno puede ofrecer, para recordarnos que en este mundo hay lugar para todos y que la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre.

Estamos a las puertas del Año Santo del 2025, dedicado a la esperanza, que nace del amor y de sentirse amado: Dios nos abraza a todos en su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo. Esto es lo que el Señor nos ha dicho que hagamos, que es amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Pidamos al pequeño Niño de Belén, que su ternura nos mueva a reconocerlo en todos aquellos que llegan a nuestra puerta, a nuestra historia y a nuestra vida. ¡Feliz Navidad!»

Fuente: Aire de Santa Fe

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