El argentino medio que es fana de los deportes se engancha por la tele con cualquier pelotita pero la N° 5 es la que más le atrae. Si el domingo hizo zapping y vio pegarle a la pelotita a un hombre más musculosamente formado que lo habitual para un golfista, seguramente pasó de largo. Se le avisa, desde acá, que si seguía un ratito más en lugar de buscar el canal que daba Independiente vs. San Martín de San Juan, habría sido testigo lejano de un hecho histórico.
Rory McIlroy es uno de los jugadores que se ubica en el top 10 entre los más destacados de la última década y media, uno de los pocos que quedará en la historia grande, del puñado que ganó todo. Desde el 2010 acumula 29 torneos de la PGA, con 11 subcampeonatos y 11 terceros puestos, en una trayectoria que le valió juntar 100 millones de dólares en premios. ¡Qué le van a habalr de golf!
Sin embargo, y cómo el recordó después del triunfo inolvidable, por el cual se arrodillo en el green del hoyo 18 y se puso a llorar, tenía la materia pendiente por la cual hace diez años le preguntaban en la conferencia previa al torneo. «¿De qué vamos a hablar todos el año que viene?», interrogó, ya con una sonrisa de alivio, a los periodistas con el saco verde puesto, distinción exclusiva que le entregan al ganador de Augusta, además de los 4.200.000 verdes…
Por qué la victoria de McIlroy en Augusta fue histórica
En las 89 ediciones que se lleva disputado este Major (como el Grand Slam de tenis) más importante del golf, decenas de campeones existen, pero no todos pueden disfrutar de la combinación de festejos en los cuatro grandes. McIlroy, que en el 2012 obtuvo el campeonato de la PGA en el mismo año que llegó al N° 1 del ranking, el cual atrapó durante 95 semanas en su carrera, en el 2011 había logrado el US Open, y en el 2014 ya, festejaba en el Abierto Británico (más otro Campeonato de la PGA). Así se quedaba en la puerta de una conquista para pocos, porque solo cinco jugadores habían abrochado el Grand Slam (o sea, ganar los cuatro Majors).
Scottie Scheffler, campe´n del 2024, le pone el saco verde a Rory McIlroy (EFE).
McIlroy avisó en el 2015 con el cuarto puesto, pero luego se apagó en el intento, hasta que en el 2022 resultó segundo. Aunque, en realidad, no estuvo cerca del flamante (en ese entonces; hoy tambipen lo es) N° 1 del mundo, el yanqui Scottie Scheffler, que lograba su primer Major tras anotar un score de -10. McIlroy lo escoltó a tres impactos, pero porque registró una vuelta increible de 64 (a uno del récord del campo). Un año después, directamente no pasó el corte (o sea que jugó el jueves y viernes nada más), y en el 2024 terminó 12°.
«¿Vas ganar de una vez Augusta?», se repitió la pregunta este año.
McIlroy levantó los hombros y encaró el tee de salida. En la primera vuelta logró el normalito par (72 golpes), pero con dos vueltas de 66 ya se subió a la punta de cara a la jornada final. Con dos golpes de ventaja encaró el último hoyo; todo el público apuntaba sus celus a quien debería, por fin, ser el campeón.
Rory McIlroy y su caddie Harry Diamond (EFE).
En realidad, la primera alerta se encendió cuando Justin Rose anotó birdie y recortó a uno la ventaja. El estadounidense esperaba que su rival se equivocara para ir al desempate. Ese error empezó a generarse cuando McIlroy mandó la pelotita al bunker en el segundo tiro, pero luego se mandó una sacada magistral que la dejó a menos de dos metros de distancia de la hazaña. Pero falló y todo fue al hoyo extra…
De nuevo en el 18, Rose pegó primero un muy buen golpe; había que ver si McIrloy se podía recuperar en minutos de su frustración recientes. Lo hizo, porque en la salida mejoró aún más el golpe de su rival, y en el aprouch al green la dejó mucho más cerca del hoyo. Rose le erro por centímetros, pero McIlroy no falló desde un metro.
Rory McIlroy se arrodillo tras el último putt (Reuter).
«Es un sueño hecho realidad. He soñado con ese momento desde que tengo recuerdos. Ver a Tiger (Woods) aquí en 1997 hacer lo que hizo y ganar su primera chaqueta verde, creo que inspiró a muchos de mi generación a emular lo que él hizo. Hubo puntos en mi carrera en los que no sabía si tendría esta prenda sobre mis hombros», se alegró el campeón.
McIlroy, así, llegaba al olimpo verde de los que completaban el Grand Slam con Jack Nicklaus (18 Majors del 62 al 86), el mencionado Woods (15 del 97 al 2019), Gary Player (9 del 59 al 78), Ben Hogan (9 del 46 al 53) y Gene Sarazen (7 del 22 al 35).
La anécdota con el Pato Cabrera
También en conferencia, McIlroy contó que, antes de jugar, en su casillero encontró una nota premonitoria del Pato Cabrera. «Es muy irónico… He llegado hoy a mi taquilla esta mañana y había una nota ahí de Ángel Cabrera deseándome suerte. Cabrera fue el jugador con el que jugué en mi último día en 2011. Fue un gesto bonito y un poco irónico al mismo tiempo. Han sido 14 largos años, pero por fortuna hice mi trabajo», contó.
McIlroy y Cabrera, pegando en el Masters del 2011.
Lo irónico, además, es que en aquel 2011, McIlroy llegó puntero a la última ronda pero luego se vino abajo y finalizó en un lejano 15° lugar. En cuanto al cordobés, ganó Augusta en el 2009, y por eso pudo jugar esta última edición. Pese a que pasó casi tres años en la cárcel por violencia de género, en el exclusivo club lo siguen considerando un campeón. El nacido hace 55 años en Villa Allende, segundo en el 2013, no pasó el corte esta vez.
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