Lali en Vélez: la exaltación de una estrella popular

En los quince minutos previos a que se apaguen las luces del estadio de Vélez, el público corea tres cánticos que caracterizan el espíritu de lo que vendrá: el clásico “Olé olé olé, Lali”, un contundente “El que no salta votó a Milei” y el himno nacional argentino. La gente sabe lo que fue a ver. Lali no es una popstar, esa etiqueta pegajosa y foránea de la que ella misma se ríe en su último disco, es una estrella popular con todas las letras. Y eso demostrará con soltura durante dos horas y media en la noche del sábado 24 de mayo, en un show explosivo e impactante con entradas agotadas que repetirá el domingo 25.

Desde el primer momento, Lali y su equipo demuestran que lo van a entregar todo y más, a nivel artístico y técnico. Ante la euforia de las cincuenta mil personas que celebran el gran regreso de la ídola a los escenarios después de un año y medio sin presentarse en vivo, suenan los acordes de “Lokura”, el tema inaugural de “No vayas a atender cuando el demonio llama”, su sexto álbum de estudio, cuyo lanzamiento reciente motiva la gira que comienza esta noche y que la llevará a Rosario el próximo 14 de junio. El disco salió hace menos de un mes (el 30 de abril) pero cada canción se canta a viva voz como un clásico.

En ese primer tema, seguido por “Sexy”, hay chorros de fuego que salen de las pasarelas, lásers que cruzan todo el campo, una planta de luces que se extiende sobre todo el fondo del escenario, y dos pantallas gigantes con visuales generadas en vivo. A Lali la acompañan un plantel de bailarines y una banda en vivo (con paridad de género) que le dan constantemente intensidad orgánica a la exhibición técnica.

La puesta en su totalidad nada tiene que envidiarle a un show de Lady Gaga o Madonna. En ese sentido, Lali se asienta una vez más en esa genealogía de artistas pop que ella quiso honrar desde el lanzamiento de su carrera solista hace poco más de una década. Pero ahora, con 33 años y una vida entera en el ojo público, Lali sabe que es mucho más que una artista que hace canciones pop.

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Por todo esto, vale un párrafo para la ficha técnica: dirección musical de Juan Giménez Kuj (también bajista)), dirección general de Mauro de Tomasso (productor del disco y guitarrista), puesta escenográfica de Sergio Lacroix, y dirección visual de Lautaro Espósito

La banda está formada por Tomi Luján en batería, Fran Azorai en teclados, Lu Torfano en guitarra, Chipi en guitarra, Carolina Cohen en percusión, Camila Ibarra y Ayelén Zucker en coros, y Ramiro lerbegueris, Manuel calvo y Cecilia Dottore en vientos.

La noche sigue de hit en hit, alternando entre temas de su disco anterior (“Lali”, 2023) y el más reciente, con una potencia más rockera. A “2 son 3” le sigue “Tu novia II” y a ese “N5” (con el arreglo de “Killing In The Name” de Rage Against The Machine que hizo el santafesino Lichi con su banda en la última Marcha del Orgullo en Buenos aires) y Lali no da respiro.

>> Leer más: Lali Espósito estrenó su disco más audaz: «No vayas a atender cuando el demonio llama»

“Buenas noches, Buenos Aires. Qué ganas de no cagarla porque las expectativas eran muchas”, dice en la primera de muchas alocuciones al público, con su estilo siempre genuino, despojado de cassettes y de pose. Es que si algo demostró en estos últimos años, es que, a diferencia de la gran mayoría de sus colegas de distintos géneros, no le interesa un lugar cómodo y políticamente correcto.

Recién después de veinte minutos ininterrumpidos, Lali sale del escenario por primera vez e inaugura una dinámica que estructurará toda la noche con puntualidad cronométrica: veinte minutos de show, brevísima pausa y reanudación con cambio de vestuario (en total tuvo ocho). Cada bloque articula narrativa y estéticamente el espectáculo. La segunda parte sigue con “Obsesión”, “DIVA” y “Morir de amor”. La artista arenga al público al pogo, suena “33” (el tema que grabó con Dillom) y efectivamente todo Vélez estalla en saltos como si fuera un show de cualquier banda rockera.

Después de otra pausa, suena el teléfono y los atentos pueden imaginar lo que está por pasar: se viene “Quiénes son?”, la canción de su disco anterior que inicia con un audio de Moria. Un audio que la gente recita de memoria, en un primer gesto de cultura queer que codifica (incluso para quienes no lo sepan) toda la noche. Y, como no podía ser de otra manera, La One aparece en el escenario como si fuera un teatro de revista. “Por una vez en la vida me cuelgo de alguien. ¿Qué te puedo decir? Gracias”, le dice Mo a Lali después del tema. “El único lugar donde éxito está antes del trabajo es en el diccionario y acá hay éxito porque hay trabajo, constancia, disciplina, y muchos años transcurridos. Esta mujer es una gran trabajadora a la cual yo admiro muchísimo. ¡Y es argentina!”, cierra la diva antes de salir del escenario.

Casán inaugura la lista de invitados, que será más extensa de lo que se podría anticipar. En el siguiente bloque, y después de “KO”, “Baum baum” y “Cómprame un brishito”, aparece Joaquín Levinton para hacer “Loco un poco” (el único tema sin autoría de Lali de toda la noche). Con una breve escala, la artista cambia el mood y hace una perfo llena de sensualidad con uno de sus bailarines en una silla sobre la pasarela que entra en el campo. Hay espacio para todo en este show, y todo tiene su lugar orgánico en el armado.

Con “Boomerang” arranca un viaje a los inicios de Lali y el público demuestra que son de los que “siempre estuvieron ahí”, y no los que aparecen ahora que llena estadios. En esa misma línea, Vélez estalla con “Ego” (incluyendo un momento acapella espectacular), miles de celulares en el aire inventan un cielo momentáneo en el estadio, y se sella el momento emotivo. Lali se emociona hasta las lágrimas mientras suena “Caballo perdedor”, “Corazón perdido” y “No hay héroes”.

Al momento sentimental, donde se humedecen caras de a montones también abajo del escenario, le sigue la fiesta total. Lali luce una camiseta argentina con la diez de Messi, y con una rasgadura cosida que le atraviesa el pecho, quizás simbolizando un país partido por una grieta que es una herida. Los Miranda aparecen para hacer “Mejor que vos”, y sigue “1Amor” y después “Histeria”. Taichu se sube al escenario para hacer “SOS” y Lali baila como loca en “Sola”. El estadio se transforma ahora en un boliche y salta al ritmo del beat techno de “Motiveishon”. No se entiende cómo esos cuerpos resisten ese nivel de entrega. Y todavía falta mucho.

>> Leer más: Lali Espósito se plantó una vez más: «Los silencios también tienen un costo»

El siguiente bloque arranca con un momento homenaje a la comunidad LGBT. “Soy” es acompañada por dieciséis drag queens en escena que convierten la pasarela en un ballroom. El público responde agitando abanicos de arcoiris, otro momento de código queer explícito. Y también responde cantando “Milei basura, vos sos la dictadura”.

El tramo final, completamente festivo y siempre con alto despliegue, incluye “Disciplina” y “Plástico”. Casi como despedida, Lali le habla otra vez a la gente y les agradece por haberla bancado y defendido de los sistemáticos ataques del gobierno y sus simpatizantes. Cuando la audiencia vocea otra vez en contra del presidente, la artista es clara: “Banco el canto, pero no es por ahí. No importa a quién votas sino qué clase de persona sos con el otro. Pero a veces hay que hacer canciones para devolver un poco la patada”, afirma, anunciando claramente “Fanático”, posiblemente la única canción de un artista con su nivel de llegada que articula un discurso claramente opositor. “El que no canta este tema es un amargo”, dice antes de que el estadio vuelva a estallar en saltos y euforia.

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Con un último cambio de vestuario (luciendo una remera que dice “Tu popstar fav”, retomando el gesto irónico), la despedida es una vez más a pura fiesta con “Pendeja” y “No me importa”. Lali se baja del escenario y por segunda vez en el show se acerca a las vallas, se prende a la gente y se entrega al delirio colectivo. Con los pies admirablemente en la tierra, con la mirada siempre en la gente, Lali demuestra que en Argentina hay talento de sobra para dar shows de otro planeta, y ratifica por qué es la artista más relevante de su generación y del presente.

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