Amigos son los amigos

Hubo una confusión informativa sobre el motivo que determinó la presencia de Luis “Toto” Caputo en el Gobierno de Milei como ministro de Economía. Dicen que el Presidente le pidió que lo acompañara “en la misión” porque se lo había sugerido Dios. Y que la creyente esposa de Caputo, Jimena, confirmó esa propuesta al marido porque a ella también “Las Fuerzas del Cielo” le habían advertido lo mismo. Dicho y hecho, el Toto –un Trifón que asimila raudo los consejos de la consorte– aceptó. Como todos los maridos.

Sin embargo, resulta difícil comprobar este diálogo de piadosos devotos. Sobre todo, porque Jimena expresaba, con anterioridad a la mencionada cena, que estaba en contra de que su marido volviera a la actividad pública luego de su experiencia en la administración Macri, que le costó más de un juicio y disgustos callejeros.

Lo cierto es que asistieron a ese asado, convocado por un periodista de vasta difusión en radio y TV, a las pocas horas de logrado el triunfo libertario. El matrimonio llegó llevado de la mano por Alejandro McFarlane, un íntimo de Mauricio Macri –al nivel de que lo acompañó hasta este viernes en el aéreo que lo depositó en Europa, continente del cual regresaron anteayer–, exitoso empresario y sin duda lobista que tuvo la colaboración entonces de Ignacio Viale, quien se ocupaba del entramado comunicacional del futuro gobierno.

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El precio de las empandas de Darín sirvió para zamarrearlo en las redes

Queda un interrogante: ¿hubo mutación de la mujer de Caputo por un inesperado y religioso rayo de luz aparecido en la reunión con Milei? ¿O simplemente el actual ministro se adosó al Gabinete por razones de servicio o porque el nuevo mandatario aceptó criterios terrenales y diferentes en la economía a los que aceptaba hasta ese momento?

Una minucia. Como las actuales que dominan la atención general, desde el costo de las empanadas de Ricardo Darín hasta las narcisistas actitudes de la jueza Makintach que arbitraba el juicio Maradona. La magistrada calza perfecta en un hubris de la argentinidad que sus compatriotas rechazan cuando se trata de otros.

Lo del actor, en cambio, le sirvió al oficialismo para zamarrearlo en las redes y llevarlo a un estrellato superior –que aún perdura– por haberse permitido quejarse del precio de una docena de empanadas gourmet, inalcanzables para los sectores bajos que suelen conformarse con una pastelería más barata. Le imputaron a Darín cultura de barrio, de Palermo y Recoleta, espíritu de señora gorda, olvidando sin duda que en esos distritos metropolitanos le dieron el triunfo electoral a Milei. Justo donde las empanadas son más caras.

Una absurda necedad, como la discusión misma. Al actor lo vapulearon en redes los trolls del fanatismo, el elenco de medios propios, dos veces el ministro Caputo y hasta el mismo Presidente, quien lo trató de “operador”. Vaya a saber de quién. La reacción de Caputo ministro resultó peor: se burló por la exageración del precio que mencionó el actor, mientras el ministro, ese mismo día, hubiera pagado un 10 o 15% más si las consumía durante su cena en Pizza Cero. Un irónico hallazgo del periodista Ricardo Roa y testimonio de que el ministro, para no amargarse la digestión, evita consultar la lista de tarifas cuando va a comer fuera de su casa.

El único entretenido y entusiasta con estos episodios que arrebataron más de una semana de la distracción colectiva ha sido el otro Caputo, Santiago, encantado con estos brotes comunicacionales. Por ejemplo, disminuyeron el volumen de observaciones críticas al crédito a tasas usureras que debió tomar su tío en el mercado que, cada vez más, define a los hijos nacidos en el carry trade.

O alcanzó menos relieve mediático el caso Libra, que lastima al Presidente. Ni hablar de las dificultades promovidas por los residentes del Hospital Garrahan debido a cuestiones salariales. Presto, buscó una negociación: imposible enfrentar a gente con delantal y, mucho menos, responsable de niños. Nadie puede meter la mano en esos lugares, son santuarios que respeta la opinión pública. Así lo entendió el borrado ministro, Mario Lugones, quien hizo un paso de minué y le pasó la posta a una funcionaria, para más tarde trasladarle responsabilidades al bombero jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien trató de morigerar el conflicto con una negociación.

Se puede –y conviene– afectar, según el esquema Caputo junior, a sectores poco apreciados por la sociedad: del sindicalismo al político, del judicial al periodismo. Si hay escarnio, mejor, a pesar de que no haya un símbolo como la motosierra para demostrarlo. En cambio, en otros momentos hay que parar y empezar de nuevo, conceder excepciones: ese hospital de niños, desde que fue conducido tripartitamente y pasó al orden nacional, aumentó en casi 100% su personal. Hay gastos de dudosa explicación, hasta como hospital escuela y, sobre todo, en las tercerizaciones habilitadas.

Caputo evita consultar la lista de precios cuando sale a comer para no indigestarse

Ni hablar de los cuestionamientos de los médicos desde que se instaló el ingreso y salida biométrico del instituto: les cambia la vida en sus atenciones privadas. Allí, entonces, no hay espuma ni grasa para eliminar: la salud es un mundo intocable, tiene protección de otras fuerzas del cielo. Más cuando la discusión es por plata y, en ese rubro, no puede justificarse que –para impedir la suba de la inflación– el aumento salarial exigido por el Gobierno sea de cero por ciento en el sector público y uno en el privado. Si habrá peleas por esa pretensión. En el Garrahan ni se discute: abdica el oficialismo. Contingencias del poder.

Como no se permite hablar como Toto, su pariente Santiago parece cometer menos errores y se favorece –debe imaginar– con los enfrentamientos con figuras populares, trasladando hacia el Gobierno la fuerza o difusión de los otros. Como en el yudo. De ahí la confrontación con figuras estelares como Darín o la cantante Lali Espósito, aunque este producto nacional y popular ya ofrece un marcado perfil político que aprovecha y difunde en los escenarios, ante públicos que insultan a Milei.

No es lo único que aprovecha el asesor presidencial, quien retrocedió algunos puntos ante la hermana Karina en el armado partidario del interior, pero mantiene su influencia e interés en esa eventualidad electoral para septiembre y octubre. Al punto de introducir como su mensajero y negociador a un hombre que lo acompañó en varias campañas. Juntos trabajaron con Duran Barba y, luego, compartieron una asesoría distribuida entre varios candidatos. A Santiago le tocó Milei, y Derek Hampton a Patricia Bullrich. Pasó el tiempo y ahora va a colaborar para alisar y contemplar el diálogo con todos los gobernadores de parte de Caputo.

Amigos son los amigos: un destino, más que un eslógan.

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