Suspirar era un gesto político: juventud, deseo y derrota en la música de la banda deManzanas

El Negro Melba / Especial para El Ciudadano

Las letras de ambas retratan vínculos juveniles tensos, ambiguos, fallidos. Pero lo hacen desde una estética cargada de humanidad física: se sale, se respira, se suda en boliches, se esperan mensajes que no llegan, se mira a los ojos. Hay incoherencia y distancia, sí, pero también encuentro. Es el relato de una juventud milenial en emergencia, que aún creía en el valor del otro como espejo, como compañía o como adversario.

“En la esquina de Berlín” condensa la épica de la salida nocturna, la previa, el deseo con delay, el desencuentro que igual se vive en la carne. Es una canción de presencias: hay alguien que no responde el mensaje, pero está “esperándote ahí”. La calle es todavía territorio de subjetividades.

Por contraste, el joven de San Martín y Tucumán ya duda. Observa con sarcasmo al entorno snob, con su pose revolucionaria de boutique, y no logra entregarse. No es que no ame: es que no puede con la ficción del amor estéticamente correcto. Flota por encima, como si la ironía fuera su única defensa. En ese sentido, anticipa un clima que luego se intensificará.

Hoy, la juventud que habita las redes, los foros, los algoritmos y las cámaras frontales –esa que creció pos-2015– ya no flota: se hunde en ansiedad, con vínculos líquidos y discursos identitarios encapsulados. La escena musical actual parece también mutar hacia el encierro emocional o el cinismo radical. Los vínculos han perdido fricción. Fraternizar con el otro –sentarse a charlar, abrazarse, compartir la incoherencia– parece hoy más difícil que nunca.

El auge de la “Alt Right” (derecha alternativa), con su retórica del mérito, el desapego emocional y la performance de superioridad, ofrece a muchos jóvenes un refugio ideológico que sustituye la comunidad por la pertenencia abstracta. En ese marco, canciones como las de deManzanas resultan casi arqueológicas: no por su estética, sino por lo que representan.

Porque si hay algo que gritan esas letras, entre ironías y suspiros, es que la sensibilidad no era debilidad, que el contacto no era peligro, y que incluso en el fracaso amoroso había belleza, humanidad, política.

Rosario Snob: un retrato ácido desde San Martín y Tucumán

Desde su título, “San Martín y Tucumán” de deManzanas ubica al oyente en una intersección emblemática del centro rosarino. Pero lejos de ser una postal turística, la letra de Germán Carbajales se convierte en una sátira filosa sobre cierto esnobismo cultural que habita (y consume) en la ciudad. El tema irrumpe con imágenes cotidianas disfrazadas de ironía –hacer el amor con guantes o con cola de papel– para después atacar con precisión quirúrgica a quienes nombran a Cortázar o Dalí solo para adornar la conversación.

Sin embargo, el filo no es solo político o cultural, sino también sentimental: el narrador confiesa estar “volando por encima” de esa realidad. Hay amor, pero mediado por la desconfianza, el sarcasmo y el vacío emocional. No se entrega del todo. No es amor pleno, es amor confundido. Es el dilema de alguien que se sabe alejado de esa persona no porque no la quiera, sino porque no puede con el artificio que la rodea.

En esa tensión aparece Rosario como escenario y metáfora. Una ciudad en plena ebullición entre 2007 y 2010, donde lo nacional y popular empezaba a mezclarse con lo sofisticado en un cóctel estético que dividía aguas. deManzanas, desde la trinchera independiente, le puso melodía a esa incomodidad.

“En la esquina de Berlín”: suspiros y desencuentros en clave rockera

“En la esquina de Berlín”, de Estanislao Porta, captura el espíritu de los vínculos juveniles con una crudeza melancólica. Aunque el título puede sonar enigmático, para quienes vivieron la Rosario de fines de los 2000, remite al mítico Berlín Pub Café, epicentro cultural y sentimental de una generación.

La canción transcurre entre gestos íntimos –sacarse los Ray-Ban, ponerse el saco– y silencios cargados de sentido. Hay un intento de encuentro que no se concreta, un mensaje no enviado, una espera en una esquina que podría ser cualquier esquina, pero también es una promesa fallida. La repetición de “suspirás” funciona como estribillo emocional, pero también como diagnóstico: el amor no sucede, solo se presiente.

Como en “San Martín y Tucumán”, el protagonista flota en un plano intermedio, sin decidir si cede a la pasión o se refugia en su propia incoherencia. Ambas canciones, en distintos registros, narran amores juveniles fallidos, de esos que ocurren justo cuando uno no puede entregarse por completo.

Ambas piezas funcionan como postales sentimentales de una ciudad en transformación, donde el romanticismo popular convive con la crítica cultural. deManzanas logra retratar ese mundo con una sensibilidad única: cruda, poética y profundamente rosarina.

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