Putin intenta revivir a Stalin

Desde hace unos años, tímidamente al principio pero sin detenerse después, el autócrata ruso Vladimir Putin inició un proceso de rehabilitación de la figura de José Stalin, el tirano más sanguinario del siglo pasado junto con Adolfo Hitler. Tras calificar de tragedia geopolítica la desaparición de la URSS, Putin menoscabó en cambio el rol de Lenin en la tradición de su país, en un proceso de reescritura de la historia al que son siempre tan afectos los dictadores y sus escribas.

En nuestro país tenemos sobradas experiencias del uso faccioso de la historia, ignorando la sabia advertencia del poeta ateniense Agatón, según la cual “ni siquiera Dios puede borrar el pasado”.

A partir de la guerra iniciada con la invasión a Ucrania ordenada por Putin, se ha intensificado la colocación de estatuas y bustos de Stalin en distintas ciudades de Rusia y más recientemente en una estación del subterráneo de Moscú.

Precisamente los territorios de Ucrania sufrieron no solo los dislates de las políticas económicas de Stalin sino, peor aún, su desprecio por la vida humana. En la introducción del libro “La Cosecha del Dolor”, Robert Conquest relata la historia de la colectivización de las tierras de los pequeños agricultores y la hambruna ucraniana de 1932-33.Compara los crímenes del stalinismo con los del nazismo: “Hace cincuenta años, mientras escribo estas palabras, Ucrania y las zonas ucranianas, cosacas y otras del este -una extensión de territorio con unos cuarenta millones de habitantes- eran como un vasto Belsen (campo de concentración).”

Millones de personas, pueblos enteros como los tártaros de Crimea, fueron expulsados de sus tierras y trasladados compulsivamente a Siberia y a otros territorios asiáticos. De las “purgas” no escapaban los dirigentes del partido comunista, partido único en la URSS de entonces.

Como denunció Nikita Kruschev en su célebre discurso “secreto” ante el Congreso del Partido Comunista en 1956, “las confesiones de culpabilidad de muchos acusados de realizar actividades enemigas, se obtuvieron con la ayuda de torturas crueles e inhumanas” El propio Kruschev, quien se destacara en la guerra mundial como jefe político durante la batalla de Stalingrado, lo que le valió ser incorporado en 1949 al círculo más estrecho del poder, no escapó a las humillaciones.

En las purgas de 1937 y 1938, de los 1966 delegados con derecho a voto en el XVII Congreso del Partido Comunista, 1108 fueron detenidos, acusados de crímenes contra revolucionarios junto con 98 de los 139 miembros del comité central, según datos dados por el sucesor de Stalin.

En el que se conoce como su testamento, Lenin escribió: ”Tras asumir el cargo de secretario general, el camarada Stalin amasó un poder inconmensurable y no estoy seguro de que siempre vaya a ser de usarlo con el cuidado necesario”.

Casi dos millones de personas fueron detenidas y enviadas a los Gulag, unos setecientos mil ejecutados durante las purgas, más las victimas de prisión, traslados compulsivos y asesinatos que ascenderían a 32 millones de personas desde el inicio de la revolución rusa, en tanto unos quince millones corresponderían a la guerra civil que tuvo lugar entre 1917 y 1921.

Las purgas afectaron a los mandos militares que estaban desarticulados cuando Hitler invadió la Unión Soviética en junio de 1941. La demora en resistir la invasión se debió a que Stalin se negó a reconocer los informes de sus servicios de inteligencia y los mensajes de Winston Churchill anticipando que su aliado de 1939, cuando se pusieron de acuerdo en repartirse Europa en el pacto Ribentrop–Molotov, violaría los acuerdos e iniciaría una guerra invadiendo el territorio de Rusia.

Putin es un antiguo miembro de la KGB: se educó en la cultura represiva de la antigua Unión Soviética. Con su mentalidad anacrónica e irrespetuosa del orden internacional y del derecho, ha desarrollado una guerra de agresión. Cree en las esferas de influencia como en los tiempos del imperialismo cuando las potencias argumentaban tener derecho a repartirse el control y dominio del mundo. Desde 1917, Putin es el hombre que más tiempo ocupa el poder después de Stalin.

Esta campaña de rehabilitación de la memoria de Stalin coincide con un tiempo de tentaciones autocráticas extendidas por el mundo con distintos matices. Puede tratarse de Maduro, de Ortega, de Orban o de simples aspirantes, como los dirigentes de Vox en España. Son tiempos riesgosos para los que ansían vivir en libertad con gobiernos respetuosos del derecho y en sociedades donde se promuevan las formas superiores de convivencia civilizada.


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