Por Candela Ramírez
Esta semana, del 16 al 18 de julio, Rosario fue sede de las XVI Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y el XI Congreso Iberoamericano de Estudios de Género. Una de las participantes, que además recibió un reconocimiento, fue la socióloga e historiadora Dora Barrancos. La investigadora pasó por la redacción de El Ciudadano para compartir su mirada sobre el recorrido que tuvo la academia en relación a las temáticas de género y también un análisis sobre el presente.
El evento se desarrolló en el Instituto Olga Cossettini (Sarmiento 2902) y en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR (Entre Ríos 758). Hubo más de cincuenta mesas, talleres, paneles, presentaciones de libros y performances de las que participaron investigadoras, docentes, activistas, estudiantes y referentes del ámbito académico y social de todo el país y de diversos países iberoamericanos.
Primero, Barrancos recordó cómo fue el nacimiento de estas jornadas en 1991 en la ciudad de Luján, Buenos Aires. Contó que al principio no usaban la palabra género en las ponencias “pero sí en los pasillos”:“No hubo un paper que la contuviera pero ya tenía una raíz y ya había sido incorporada a la oralidad”. Había representantes de Historia, Letras, Sociología y Antropología.
El segundo encuentro fue en Buenos Aires pero no se publicaron las actas oficiales y hubo mucha dificultad para reunir personas de todo el país. Así que, consideró, el segundo encuentro oficial fue en Rosario: “Esta es una plaza extraordinaria en el desarrollo de nuestros tópicos. Notables. Además, se creó una maestría. Y el desarrollo de la década fue muy pródigo en términos de creación de programas en casi todas las universidades, luego se fueron creando centros o núcleos y Rosario está entre esas primeras fricciones en torno de este campo de conocimiento, que digo que es un campo pero es pluridisciplinario”.
Subrayó también cómo fue creciendo el número de participantes de estos encuentros. “Seguramente, nos fue mucho más funcional empezar a llamar género porque teníamos que horadar más la universidad. Los estudios feministas no hubieran caído muy bien en los repertorios conservadores de nuestras universidades. Los estudios de las mujeres quedaban ahí… El término género tiene una habilitación aunque no dejó de tener disgustos. Las españolas debatieron género durante mucho tiempo, no les gustaba nada. Seguían hablando de diferencia sexual, por ejemplo. Otras cuencas sí le dieron sensibilidad, Alemania mucho más que Francia, porque Francia también tuvo sus reticencias. Eso originaría otra investigación, cómo las cuencas académicas y políticas fueron haciendo del concepto de género la plataforma magmática para dar pie a la sostenibilidad de estudios feministas”, desarrolló.
Valoró que ahora “las jornadas están mucho más inclusivas en el sentido de también captar las experiencias y expresiones que no son estrictamente académicas pero que efectivamente tienen muchísima importancia y deben resonar académicamente y la academia se tiene que hacer cargo de esas experiencias que tienen que ver con organizaciones civiles y demás. Es una conquista bien interesante, en el pasado era muy ritualizado académico”.
—Han cambiado las gestiones, el contexto, los signos políticos y hasta la forma de expresarse en la arena pública. ¿Cómo definirías el contexto de hoy para este encuentro?
—Una encrucijada. El contexto hoy se plantea como una verdadera encrucijada. Primero, por la carga de hostilidad que tiene el recurso público destinado a esto. Esta defenestración del concepto central de responsabilidad del Estado. Esta es la cuestión, la afectación que eso hace dentro de todo el sistema académico universitario y el sistema científico que está reclamando recursos.
Estamos viviendo una tragedia en la utilización o la asignación de recursos para el sistema académico y científico, pero además hay una ojeriza específica destinada a las ciencias sociales y humanas. Hay una visibilización de que son ciencias que no contribuyen en nada y que, en todo caso, contribuyen nocivamente si se apegan al conocimiento de género.
Entonces, hay una doble cuestión. Hay un rechazo generalizado a las ciencias sociales y humanas y un rechazo específico además a lo que consideran las formas de adoctrinamiento, porque suponen que son ciencias que adoctrinan y son las fórmulas que tienen las ciencias sociales y humanas para prodigar estudios cada vez más interesantes y cada vez más impulsores de derechos, esa es la cuestión.
Si los estudios académicos hubieran sido no impulsores de derechos de las mujeres, de las disidencias sexogenéricas, probablemente estarían dentro de un rubro de observación perniciosa, pero el problema es que ha habido una relación muy interesante entre vida académica y las oportunidades de militancia y la conquista de derechos.
Argentina tiene un panorama de derechos formales en torno de las mujeres y las disidencias muy notable. Incluso, ahora excepcional con la ley de aborto, pero demás tiene la ley Micaela que es una es un muñón extraordinario que tiene el Estado para propiciar la obligación de hacer todo lo posible para erradicar el sujetamiento patriarcal. Esta es la conversión verdadera, lo que quiere decir la ley Micaela. Esto no lo tiene otro país, solo Argentina y la ley de aborto que tenemos es muy ejemplar por su técnica y su característica jurídica.
—Es cierto que es un contexto de embate a todo lo que trabajan estas jornadas, pero también, y no solo desde el ejecutivo sino quizás en el clima de época, hay como un desprecio y un cuestionamiento a la producción de conocimiento.
—Claro, ahí vamos. Es que en realidad estamos frente a un asedio medio imprevisto, a un revival impresionante de las extremas derechas planetarias que estaban ahí en el zócalo y que ahora resulta han despertado, por tantísimas condiciones, para devenir esa posibilidad.
Se analice como se analice el planeta, te darás cuenta que en todos los lugares hay surgimiento de fuerzas ultra reaccionarias.
La segunda cuestión es que son fuerzas en donde hay ciertas características que tienen como una emisión que las hace émulas del pasado fascista. No tenemos conceptos tan nuevos para determinar su caracterización.
Hay, inclusive, alta heterogeneidad en ese combustible de las extremas derechas. Pero hay una altísima homogeneidad en algunas cuestiones, por ejemplo la diatriba contra los feminismos. Es altamente homogéneo. La diatriba contra todo presupuesto de anular epistémica y políticamente la situación binaria, eso es una blasfemia total. Esos elementos le dan una una cierta relación de homogeneidad entre ellos y entre ellas aunque hay diferencias, sobre todo en el tono nacionalista.
Víktor Orbán, húngaro, es un nacionalista tremendo. Lo es la italiana Meloni, una nacionalista que quiere renacionalizar inclusive el orden de los nacimientos en Italia. Y quiere hacer un pronatalismo itálico. Están allí con proyectos muy draconianos respecto de impedir que haya alquiler de vientres fuera de Italia.
Nota aparte y final, yo no estoy de acuerdo con el alquiler de vientres pero lo que quiero decir es que el punto de vista de Meloni es que no se pueden traer niños concebidos a través de técnicas e italianizados. Se hizo bastante extendido, no sabemos hasta qué punto, eso siempre es relativamente escaso. Pero muchas parejas iban a Ucrania, por ejemplo, a hacer la subrogación de vientres, entonces ha habido algunos casos muy escabrosos desde el punto de vista del imperativo del Estado italiano, que eso se va a impedir. Si hay subrogación de vientre, plantean, en todo caso que sea en Italia..
Y hay una arremetida que es muy interesante como panorama que reactiva algo que siempre preocupaba al nazifascismo y al franquismo en el pasado: la caída de la natalidad, que se supone que es por culpa nuestra.
No es así, en realidad las feministas han tomado la bandera de acontecimientos que ya se estaban dando. La caída de la natalidad argentina no tiene que ver con la influencia feminista.
Es más, las anarquistas no eran feministas por lo menos en el tipo de estatuto que tenemos las feministas, aunque fueron impresionantes, aceleradoras de movimientos, por ejemplo, contra la natalidad forzada.
Las anarquistas hacían prédicas antinatalistas o controles, sobre todo técnicas anticonceptivas muy primarias, porque no había que forzar el embarazo, formaba parte de una circunstancia que había que controlar. Eso sí estaba ligado a una percepción neo-marxiana que siempre anidó en el anarquismo, pero no tiene nada que ver con ningún atropello a la dignidad. Todo lo contrario, para que hubiera más dignidad las mujeres tenían que limitar el número de nacimiento. Se cruzaba con otras teorías, con la eugenesia, pero la idea de ¿cómo la gente pobre además iba a tener tantos hijos que se le morían y que no podían cuidar?.
Esas son precocidades de configuraciones femeninas no feministas. A las feministas les costó un poco, no era tan común. El primer feminismo no era anti natalista. Me refiero al feminismo que emerge del 48 y que va a un siglo.
En cambio, es notable lo que pasa con la segunda ola del feminismo, que ahí sí hay una arremetida extraordinaria en orden al derecho al cuerpo. Y ahí sí, toda la lucha ascensional por el aborto, que se ganó, de alguna manera en pocos años, en toda Europa. Y el patio trasero que éramos acá, nuestra América Latina.
Pero hemos conquistado una ley de aborto que tiene unas notas jurídicas notables. No es una ley de aborto así nomás. El hecho de que si se trata de una violación, no hay temporalidad limitante. Eso queda abierto, es muy parecido a lo que hay en Europa. Es decir, si se trata de una violación, no hay temporalidad.
El hecho de que no haya necesidad de pasar por cabildeos, de que en 10 días hábiles hay que expedirse. Si alguien en la institución hace objeción de conciencia tiene la obligación de marcarle otra institución. Está en la ley.
Y hasta donde sabemos, entre percances y situaciones, la ley se está cumpliendo. Y sé que algunas algunas jurisdicciones han podido comprar bien misoprostol, tiene en stock, porque ese es el otro problema.
—Santa Fe, por ejemplo
—Y además Santa Fe produce y eso ha sido muy importante.
—¿Te parece que es un tiempo de resistencia únicamente o ves también que se puede tener otra posición?
—Resistir tiene que tener un programa alternativo. Resistir tiene que ver con un proyecto alternativo, no es la mera resistencia. Cuando la gente dice «Bueno, pero ¿cuál es el proyecto?”
Bueno, caramba, la propia la propia calidad, en términos del volumen de esa resistencia, estamos hablando de una resistencia capilar. Tenemos que hacer volúmenes, tenemos que hacer algo demográfico intenso, mucha gente resistiendo, como ocurre ya y sobre todo entre las mujeres.
Se trata de formas que a veces no son exactamente esa resistencia empírica en la que nos están por llevar presos y resistimos. No, no, es algo más. No nos dejamos impactar suficientemente con una resistencia como la de la gente del INTI, por ejemplo, han estado resistiendo de manera impresionante y cómo será la cuestión que la reunión que ha tenido nuestro primer magistrado con las fuerzas del campo donde esas fuerzas pidieron por el INTI.
Ahí hay una resistencia muy admirable en el sentido que además ha convocado mucha gente de afuera. Yo he tenido el gusto de acompañarlos en una jornada hace poco. También está el (Hospital) Garrahan. Una pensaba, ¿cuánto van a resistir? ¿Cuánto llevan ya? Casi dos meses y no ceden, más allá de las tremendas circunstancias que se están viviendo ahí. Pero yo no puedo dejar de pensar que esa resistencia no tenga un proyecto abajo o que exprese la defensa de lo público, esto es ínsito. Después podemos ver los detalles y ya eso refiere de un estadio a otro.
Me llama mucho la atención que se esté frente a una situación que parece inducirse como estado de la subjetividad, de las transubjetividades de nuestra sociedad, un estado todavía de anomia en el sentido de que parece que no encontramos la vuelta.
—¿Cómo sería?
—Creo que el momento que estamos viviendo es complejo, pero no cedo en mi idea de que finalmente la condición humana homo sapiens sapiens tiene que hacer lo suyo, ¿no?
Una cosa es la obligación brutal que se nos impone cuando nos hacen ciervas y ciervos, como las dictaduras brutales. Otra cosa es que haya servidumbre voluntaria, que tú votes por el amo. Eso no creo que sea perdurable.
Sobre todo teniendo en cuenta que históricamente no ha procedido, que una manifestación tan coactiva, tan coercitiva, se extienda en el tiempo.
Hay cada vez más manifestaciones de que el Estado de Derecho era. En tiempo pasado. Hay cada vez más manifestaciones de los desequilibrios brutales que está padeciendo en este momento el Estado. La tentativa de cerrar el Congreso, por ejemplo, que anda por ahí.
Este es un país que finalmente tiene una inscripción en América Latina de mucha resistencia. Si hay algo por la que se recuerda a Argentina, es por su capacidad de resistencia. Ni la brutal dictadura militar se pudo sostener más de ocho años.
Y yo soy una optimista irredenta, no tengo redención en mi optimismo. Pero no es un optimismo naif. Es un optimismo tipo filosófico: aún frente a las cosas más terribles tiene que haber la certeza de que la luz siempre brilla más en las tinieblas. Cuando hay mucha luz, tu velita no enciende nada.
No estoy de acuerdo con que todo lo tenemos que tener ya esté planteado como un plan. No, no estoy de acuerdo. Hay cuestiones en las que se hacen planes en la medida que vas actuando.
—Me interesa conocer qué pensás sobre otro tema. En los últimos meses o años en algún momento se utilizó la frase «El feminismo se pasó tres pueblos»
—Sí, me incomoda absolutamente.
—Muchas veces me pregunto cómo hacer para escapar al clima de época al que estamos expuestos todos, pensemos lo que pensemos. Me pregunto si acaso no somos salpicados todos por el contexto. Por ejemplo, cuando se volvieron muy masivos los escraches, el tipo de crueldad que se puso en juego ahí. Me pregunté muchas veces si esta crueldad de la época, que se viene cocinando globalmente ya hace varios años, no nos salpica a todos y si acaso no tenemos que estar muy alertas para no caer.
—Ha habido inconveniencias. Voy a darle cierta admisibilidad. La crueldad de la época nos excede de todas maneras. Pero lo que quiero decir es que nadie es perfecto, ni el feminismo ni nadie ni nada. A veces ha habido acciones ultra punitivas que me han preocupado muchísimo, muchísimo. Es difícil porque no debería ser parte de la ética feminista hacer las retribuciones punitivistas del patriarcado. Sobre todo cuando se piensa que se cancela la vida de alguien. Hay cancelamientos que son… En fin, no quiero entrar en algunos detalles. Pero no es lo mismo aquello que el ascenso en los derechos. Son dos cosas diferentes.
Hay manifestaciones prácticas políticas que efectivamente pueden mostrar un exceso o son inconvenientes o en realidad devienen de la misma articulación del sentido punitivo patriarcal. Hay que contar hasta veinte, hay que tener mucha creatividad.
La otra cuestión es la marcha por los derechos. No voy a decir en qué proporción pero tenemos que hacer tantísimo todavía. El esfuerzo nuestro ahora es reunir toda la potencia posible para conseguir varios escalones más.
Estábamos en un ascenso. Y así va a ocurrir, no tengo la menor duda, porque a pesar de esto que estás señalando y que es verdad, hay como un congestivo. No han podido horadar la idea de que no hay reciprocidad, no hay equidad entre mujeres y varones.
Lo dicen solamente aquellas figuras que son exégetas de la gubernamentalidad o que están muy empapados con ideologías muy reaccionarias, pero en general es muy difícil volver a discutir el programa de ciudadanía de las disidencias sexogenéricas.
Lo pueden seguir discutiendo allá. Pero en escala real de posibilidades de intercambios, ¿qué es lo que está pasando? El gobierno está animando a los vituperios mayores. Su gestión de odio es tremenda y llega a circunstancias como las vividas por Julita Mengolini pero aún así y siendo tan autorizantes se están usando figuras que están muy de márgenes.
Lo que veo es que los combustibles, al contrario, piensan “Ah, pero entonces esto tiene un sentido, esta lucha contra el género tiene un sentido”. No convoca solo a una cruzada de desandar lo andado porque en general las provincias siguen conservando políticas de ley Micaela, salvo error u omisión, nadie se anima demasiado. Con un sentido más o menos ordenado y mínimamente condicionado por alguna percepción más progresista de lo humano no vuelve sobre “las mujeres tienen que ir a lavar los platos”. Me parece que eso no se consigue.