Doble golpe incomprendido: 2023 y 2025

Un doble fantasma recorre la Argentina: la presunción de que el gobierno de Javier Milei esté atravesando un ciclo descendente inmodificable y que, además de representar un nuevo fracaso social compartido, se suma el agravante de no existir una alternativa de reemplazo.

Dos votaciones, 2023 y 2025, sincronizadas y coherentes con el mismo fin

En medio de tanto pesimismo, así como fue el tetrafármaco de Epicuro para el alma herida de la Grecia cuando había perdido su autoestima, resulta útil sostener que siempre hay una alternativa que “la astucia de la razón” devela solo en el momento necesario sin hacerlo percibible anticipadamente.

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Que existe una inteligencia social que trasciende a cada uno de los individuos que actúan con su voto y elecciones que construye un mensaje que no siempre es bien interpretado por los receptores, o sea, los agentes políticos, pero termina imponiéndose.

Ese mensaje incomprendido –aún– son las votaciones en 2023 en contra de Sergio Massa y Patricia Bullrich, representantes de los dos partidos que habían gobernado los dos períodos precedentes, el peronismo y Juntos por el Cambio, de las que surgió Javier Milei como presidente; y las elecciones de hace dos semanas, cuando se votó contra la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO en la provincia de Buenos Aires.

Varias de esas lecturas equivocadas serían que ganó Milei en 2023 y que ganó Kicillof, el kirchnerismo o el peronismo en 2025; o que la sociedad es errática votando en un sentido y a los dos años en el opuesto; o que vota siempre igual, enojada en un círculo vicioso mordiendo su propia cola. En todos los casos, que la sociedad vota mal y por tanto no tenemos más salida que repetir siempre lo mismo: crisis, caídas y estancamiento.

Pero existe una interpretación totalmente distinta del mensaje de las urnas: que “la astucia de la razón” (a nuestros lectores no hace falta volver a citarles a Hegel y explayarse en la filosofía de la historia como proceso racional y teleológico: con un propósito) de la sociedad argentina haya dado dos golpes con el mismo fin absolutamente coherentes y sincronizados. El primero en 2023 diciendo no queremos más la continuidad de ninguno de los gobiernos que nos precedieron: Kirchner-Kirchner-Fernández-Massa, ni Macri-Bullrich. Y el segundo, en 2025, no yendo a votar en proporciones inéditas y mayoritarias diciendo tampoco queremos a “este clavo que usamos para sacar el otro”.

Que en 2023 la forma de protesta fue votar por nadie, “un nadie” en realidad, alguien que claramente era un no presidenciable lógico para pegar el primer golpe y en 2025 la misma protesta adoptó la forma de literalmente no ir a votar por nadie. Interesante, como siempre la etimología, nadie proviene del latín derivado de “no nacido” que podría significarse en nuestro contexto en que aún no nació el candidato y la propuesta política que una parte importante de la sociedad espera votar.

Y aunque aquí hasta ahora aún no ganó nadie, se están creando las condiciones de posibilidad para que surja la síntesis de lo que sería algo verdaderamente distinto, una especie de Alfonsín del consenso a quien nadie hubiera imaginado presidente dos años de antes de asumir, en diciembre de 1981, cuando ni siquiera había sucedido la Guerra de Malvinas.

Que, como en matemática, donde dos negatividades crean una positividad, los dos golpes negativos contra el statu quo, tanto de 2023 como de 2025, estén construyendo la primera positividad política del siglo XXI en nuestro país marcado hasta ahora por el default económico, político y social del 2001, sus emergentes polarizantes en el kirchnerismo y el macrismo con su paroxismo en Milei, lo que esté llegando a su fin tras un cuarto de siglo pendular cada vez más abrupto.

En lugar de concebir estos últimos 25 años como una lucha entre dos paradigmas: kirchnerismo y antikirchnerismo, concebirlo como un solo paradigma, el polarizante, donde ambos polos retroalimentándose mutuamente luchan en conjunto contra la gran mayoría de la sociedad alejada de esos extremos.

En su canónico libro Teoría de los discursos sociales, Eliseo Verón sostenía que el mensaje lo completaba el receptor y lo completarían mal quienes hayan sido los más votados arrogándose un triunfo definitivo en este interregno donde lo anterior no terminó de morir y lo verdaderamente nuevo no terminó de nacer mientras aún nadie –nuevamente el significante clave– lo corporizó.

Parto social: nadie es el significante clave. Nadie en latín es “no nacido”

Probablemente, lo que las dos votaciones enunciaron aún no se materializó en sentido, y el proceso de semiosis social se esté gestando mientras resulte impredecible el verdadero mensaje y solo se registren los derrotados y los coyunturales ganadores, que son la superficie de lo que suceda profundamente.

Quizá la sociedad esté rechazando esto que se llamó cambio porque esté pariendo el verdadero cambio, que sería la armonía.

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