«Buenas noches familia», el programa que consagró a Guido Kaczka y que ayuda a medio mundo con sus shows a la gorra bancaria

Lleva cuatro décadas trabajando en televisión, un poco como actor y mucho como conductor y productor, y sin embargo este año Guido Kaczka podría ganar el premio Revelación. No en en una terna con otras figuras, sino en la categoría de los mejores Guido Kaczka. Al frente de Buenas noches familia, lo más visto de El Trece y con un molde hecho -por él- a su medida, está en su punto caramelo.

Se le nota, lo nota, se lo dicen. Es un Guido diferente, que sigue con esa cara de nene que uno le vio por primera vez en Pelito, como «el hermanito de Emiliano y Analía Kaczka»-, pero con la madurez que supo conseguir. Y como si hubiera encontrado el programa que siempre quiso hacer sin haber estado buscándolo obsesivamente. O, tal vez, el programa lo encontró a él.

Porque lo que se ve cada día con Buenas noches familia no tiene nada que ver con la programación de estos tiempos y, a la vez, funciona muy bien. Tiene aroma a viejos ciclos ómnibus de la TV de los ’70 y ’80 -y a alguno de los ’60-, con la impronta del vivo, con las sorpresas del vivo -las buenas y algún que otro imprevisto que no se puede disimular- que obligan al conductor a desplegar su capacidad de adaptación y a demostrar su oficio.

Dos puntos, ésos, que Kaczka maneja de memoria. Pero la diferencia, con el resto y con él mismo, es que por primera vez se lo ve más persona que personaje, dejando a la vista (no exponiendo) algo de su vida personal -sin necesidad de ventilar intimidades-, dejando ver sus emociones, como si los años le hubieran quitado el almidón de la conducción formal.

Guido es lo más visto de El Trece, cómodo. Debutó con 7,1 puntos hace dos meses y medio, y su marca máxima fue de 7,3 el viernes 25 de julio.

No es que haya tenido un estilo solemne, ni mucho menos, pero algunos formatos internacionales -como lo dos últimos, The Floor y The Balls– lo tenían como acorralado. Ahora, la cancha la diseñó él (de la mano de Kuarzo, la productora de la que es socio), armó el esquema que quiso, el 14 de julio lo puso en marcha, anduvo muy bien de rating desde el vamos, y cuando vio que algo de eso no funcionaba tanto y otras cosas sí, barajó y dio de nuevo sin salirse del partido. Y la emoción fue ganando terreno, en la pantalla y en su modelo Kaczka 2025.

Y en plena era digital hay algo del entrañable estilo de Juan Carlos Mareco o de Pipo Mancera -dos próceres de la era de oro de la TV argentina- que lo hacen brillar desde la empatía, la cercanía, la sencillez y la solidaridad. Sabe contar -y que cuenten- profundas historias de vida, lejos del golpe bajo y el morbo.

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Guido Kaczka se quebró al escuchar la dura historia de un participante.

Líder desde el primer día, en una tele que nunca murió

Cuando debutó Buenas noches familia, el mismo día que Mario Pergolini volvía a la TV -medio al que él mismo había dado por muerto- con Otro día perdido, Kaczka se puso al hombro el prime time de El Trece: él promedió 7,1 y el ex CQC consiguió lo que sería su marca máxima desde que empezó, 5,7 puntos.

Desde esa noche y por unos días, en el formato casero –con pedacitos de viejos programas suyos y algunas novedades– las estrellas del programa eran los perros (de hecho la entrada del estudio, sobre la vereda, tiene una gigantografía perruna como escenografía). Y el juego principal consistía en un recorrido para las mascotas: si hacía pis o caca durante ese paseo ganaban 100 mil pesos o un millón. Entre elogios aislados, las críticas insistentes en las redes lo llevaron a levantar temporalmente ese segmento y a enfocarse en lo que mejor le hacía al canal y al público (y a él).

Guido Kaczka lloró como nunca lo había hecho públicamente, al contar la historia de un participante.

Siguió entonces con el espacio destinado a la adopción de perros y al «anexo» de reencuentro de mascotas perdidas con sus dueños.

Y «La puerta del show» -con 162 presentaciones hasta hoy- se consolidó como el alma del ciclo, la que traspasan aquellos que tienen algún don y lo muestran frente a cámara, con su alias al pie de pantalla como «gorra» virtual: como si el público paseara por una peatonal o viajara en un tren o subte donde alguien canta, baila, hace un truco de magia o lo que sea, y -en caso de querer y poder- colaborara.

Hasta el momento, el recital que más recaudó fue uno a beneficio de Casa Garrahan (que dieron Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale para ayudar a la Fundación): el público transfirió 304.002.338 pesos. Casi siempre van artistas o deportistas desconocidos, y algunas veces -como cuando estuvo Sandra Mihanovich– van grandes figuras que se suman a la causa colectiva. Que para eso también está la TV.

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Guido Kaczka se emocionó con la historia de una participante en «Buenas noches Familia»

En vez de poner el billete en la gorra o en la funda de un instrumento, se transfiere a ese alias y todos terminan (terminamos) ganando. Hay gente que pone un peso, gente que pone más. No es la cantidad, es la ayuda, es el formar parte una comunidad, eso que tanto conmueve a un Guido que hace unos días hasta ha llorado desconsoladamente en cámara.

Un Guido que habla de su madre (su faro en la vida), de sus hermanos, de sus hijos, de su mujer, de sus miedos, de su analista, de lo que pasa en la competencia (cuenta cómo va el partido que transmite Telefe, por ejemplo), un Guido que, al menos para quien firma esta nota, es el mejor conductor de la TV actual. Nunca dio por muerta la tele, siempre la defendió desde adentro, siempre la defendió haciéndola. Y desde ese resistir es que está mostrando su mejor versión. La del tipo que no juega a ser uno más. Es uno más y, además, juega. Y desde este lado se agradece.

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