“Bicampeonas y sin sueldo”. La imagen duele porque es real. El plantel femenino de Newell’s Old Boys hizo público un comunicado que denuncia el atraso salarial y el incumplimiento en el pago de premios por parte de la dirigencia, pese a haber ganado la Copa Federal y el Torneo Apertura 2025. La respuesta institucional fue, hasta ahora, el silencio.
Un reclamo que refleja un problema estructural
La situación vuelve a poner sobre la mesa una pregunta que ya no puede esquivarse: ¿Qué valor tiene el esfuerzo de las futbolistas en un esquema deportivo que todavía no garantiza condiciones laborales mínimas? ¿Qué dice la AFA mientras una disciplina en crecimiento enfrenta este tipo de abandono?
Las jugadoras lo dejaron claro: cumplieron con profesionalismo, compromiso y resultados. La deuda es de la dirigencia. “No es la primera vez que ocurre este tipo de incumplimiento”, advierten. Es decir, no es un hecho aislado, es parte de una estructura que históricamente minimiza, precariza y posterga al fútbol practicado por mujeres.
Esto nos hace poner sobre la mesa un debate estructural. Porque no se trata solo de un conflicto puntual ni de una dirigencia particular, sino de un modelo que sigue dejando a las futbolistas a la intemperie. Que las bicampeonas del Apertura y la Copa Federal –dos de las competencias más relevantes del fútbol femenino argentino– tengan que salir a reclamar públicamente el pago de sueldos y premios es una señal grave. Un grito que deja en evidencia que el éxito deportivo no garantiza ni siquiera el cumplimiento de lo básico.
El círculo vicioso y los mismos responsables
Este caso no solo expone un conflicto laboral, sino también la brecha entre los clubes del AMBA y los del interior, donde la profesionalización llega con más obstáculos y menos recursos. Las conquistas que representan torneos como la Copa Federal, pensada para ampliar el mapa del fútbol femenino, se ven opacadas cuando en la misma competencia no se garantizan las condiciones más básicas para las jugadoras.
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Mientras las jugadoras ponen el cuerpo y hacen historia dentro de la cancha, la Asociación del Fútbol Argentino sigue sin intervenir activamente ante casos como este. La profesionalización no se puede declarar: se garantiza con controles, contratos cumplidos y una estructura que respalde el crecimiento del deporte en todo el país.
Si bien la AFA tiene responsabilidad en sostener un modelo de profesionalismo a medias y sin recursos federales para las jugadoras del interior, no puede omitirse el rol directo que tienen los clubes. En este caso es el Club Atlético Newell’s Old Boys quien debe responder por los salarios adeudados. Las jugadoras no están reclamando un favor, sino el pago de su trabajo. Los clubes no pueden escudarse en la precariedad estructural del fútbol femenino para justificar la falta de cumplimiento de sus obligaciones más básicas como empleadores.
Conquistas, desigualdades y resistencia
La historia de las pibas de Newell’s es también la historia de cientos de futbolistas, que con esfuerzo y pasión, construyen el fútbol femenino argentino día a día. Juegan aunque no les paguen, entrenan en canchas prestadas o alquiladas, sin condiciones mínimas ni espacios propios y muchas veces deben sostener otros trabajos para poder vivir. Y aún así ganan. Ganan títulos, respeto y espacio a fuerza de talento y convicción.
Ser bicampeonas debería ser motivo de orgullo, no de reclamo. Pero en este presente desigual, el reconocimiento deportivo todavía no se traduce en derechos garantizados. El fútbol femenino crece, pero todavía no es justo. Las jugadoras lo dijeron con claridad y valentía: exigen lo básico.
Porque la lucha por un fútbol femenino verdaderamente profesional no termina con los trofeos. Empieza cada día que una piba se calza los botines, en cualquier rincón del país, y sale a la cancha a pelear por el lugar que le pertenece.