La inflación continúa siendo uno de los principales flagelos que golpea el bolsillo de los argentinos, y un nuevo relevamiento de la consultora Analytica lo confirma con cifras alarmantes: llenar un changuito de supermercado cuesta más de dos salarios mínimos en todas las provincias del país.
El estudio, que parte desde la inflación y compara el costo de una canasta básica de alimentos y productos esenciales en distintas jurisdicciones, revela además una marcada disparidad regional, con diferencias de hasta 11% entre las zonas más caras y las más accesibles.
El informe de Analytica toma como referencia una canasta de productos representativa del consumo mensual de una familia tipo. El resultado es contundente: en ninguna provincia argentina se puede llenar ese changuito con menos de dos salarios mínimos, que actualmente rondan los $234.000 mensuales.
En promedio, el costo de la canasta supera los $250.000, lo que deja en evidencia que incluso quienes perciben el ingreso mínimo legal no logran cubrir sus necesidades básicas sin recurrir a otros ingresos o ayudas.
Este dato no solo refleja el deterioro del poder adquisitivo, sino también la creciente dificultad para acceder a bienes esenciales como alimentos, productos de limpieza y artículos de higiene personal. En un contexto de alta inflación, con aumentos mensuales que superan el 5% en muchos rubros, el changuito se ha convertido en un termómetro de la crisis económica.
Uno de los aspectos más destacados del relevamiento es la diferencia de precios entre regiones. La Patagonia se posiciona como la zona más cara del país para hacer las compras, con un costo promedio de canasta que supera los $270.000, mientras que la Mesopotamia, que incluye provincias como Entre Ríos, Corrientes y Misiones, presenta los valores más bajos, aunque igualmente por encima de los dos salarios mínimos.
Más provincias
La diferencia entre ambas regiones alcanza el 11%, lo que pone de manifiesto las desigualdades estructurales en el acceso a bienes de consumo. Factores como la logística, la distancia a los centros de distribución, la carga impositiva local y el nivel de competencia comercial influyen en los precios finales que pagan los consumidores.
En provincias como Santa Cruz, Tierra del Fuego y Neuquén, el costo de vida se ve agravado por la lejanía y la dependencia de productos importados o trasladados desde grandes centros urbanos. En cambio, en zonas como Corrientes o Formosa, la cercanía con centros de producción agrícola y la menor presión fiscal permiten precios relativamente más bajos, aunque aún insuficientes para garantizar el acceso pleno a la canasta básica.
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