Saint-John Perse: nació en el Caribe, se opuso a los nazis y ganó el Premio Nobel de Literatura por una poesía de vuelo elevado

Hoy se conmemora el 50° aniversario de la muerte del escritor antillano Saint-John Perse, nacido el 31 de mayo de 1887 como Marie René Auguste Alexis Léger en la isla de Guadalupe (donde su familia tenía plantaciones de café y azúcar), uno de los poetas en lengua francesa más importantes del siglo XX. En 1960, el “isleño del Trópico” obtuvo el Premio Nobel de Literatura por su “vuelo elevado y la imaginería evocadora de su poesía que refleja de manera visionaria las condiciones de nuestro tiempo”. Hasta el 31 de diciembre, en la isla de Guadalupe se celebra el Año Saint-John Perse.

La obra del autor de Anábasis y Exilio, entre otros títulos, fue ponderada por Rainer Maria Rilke, Walter Benjamin (su primer traductor al alemán), T. S. Eliot (primer traductor al inglés), Giuseppe Ungaretti (al italiano), Paul Claudel, Stephen Spender, Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz y René Char.

La poesía no es, como se ha dicho, la realidad absoluta, pero se le acerca, la añora fuertemente, tiene una profunda percepción de la realidad, en el punto extremo en que lo real parece asumir la forma del poema -sostuvo-. La poesía es una forma de vida, una forma integral de vida, el poeta existió entre el hombre de las cavernas, y existirá entre los hombres de la era atómica, porque el poeta es una parte inherente del hombre”.

Poeta, viajero y diplomático: Saint-John Perseullstein bild Dtl. – ullstein bild

Además de poeta, fue diplomático y se desempeñó como secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia hasta 1940, cuando la ocupación alemana lo destituyó por su ideología antinazi; la Gestapo destruyó parte de su archivo y se lo despojó de la nacionalidad francesa, que pudo recuperar tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Exiliado en Estados Unidos, fue asesor de la Biblioteca del Congreso. Murió a los 88 años en su casa de campo en Hyères, en Francia, el 20 de septiembre de 1975. Tres años antes, la editorial Gallimard había publicado su obra completa.

“Cuando La Nouvelle Revue publicó, en enero de 1924, el primero y último cantos de la Anábasis, se produjo una conmoción -dice a LA NACION el filósofo e investigador Ricardo Ibarlucía-. Deslumbrado por ese largo ‘poema en prosa’, publicado meses después por la editorial Gallimard, Hugo von Hofmannsthal pretendía que su amigo Rilke lo tradujera al alemán, pero este, ya fatalmente enfermo y casi sin fuerzas, declinó hacerlo y le pidió a Walter Benjamin, joven amigo de ambos, que se hiciera cargo de la traducción, que aparecería con el sello de la editorial Insel. Benjamin completó la traducción durante el verano de 1925, pero esta no se publicó, y hasta el presente solo conocemos sus versiones de los cantos II-VI y X, cuyos originales se conservan en los Archivo Rilke”.

Tras la publicación, en 1911, de Elogios, mantuvo correspondencia con Paul Valéry, destaca Ibarlucía. “En una de las cartas, Saint-John Perse regresa sobre una conferencia de 1922, ante los estudiantes de la Universidad de Zúrich, en la que se había interrogado sobre el destino de Europa: ‘Me disculpo por dar a estas palabras de Europa y europeo un significado un poco más que geográfico, y un poco más que histórico, pero de alguna manera funcional. Diría que Europa es una especie de sistema de cierta diversidad humana y de una situación particularmente favorable; finalmente modelada por una historia particularmente colorida y viva. El producto de esta conjunción de circunstancias es un europeo’”.

“El impacto de Saint-John Perse sobre la generación de poetas franceses más jóvenes, aquellos que estaban en edad de ser movilizados al frente durante la Guerra de 1914, puede muy bien constatarse en diversos textos de Louis Aragon, una las figuras más destacadas del surrealismo, que lo consideró uno de los autores que han inspirado a los poetas surrealistas y lo definió como ‘un hombre al borde del mundo’”, concluye.

Fue uno de los últimos poetas que cantó la existencia con un sentido planetario -afirma el escritor Rafael Oteriño, presidente de la Academia Argentina de Letras-. Heredero de la vieja épica que daba cuenta del paso del hombre sobre la tierra, como poeta y diplomático estuvo comprometido tanto con las voces de la poesía universal como con los acontecimientos del siglo XX, particularmente con las tratativas de paz frente a las amenazas bélicas previas a la Segunda Guerra Mundial. Sus libros Anábasis, del que se acaba cumplir el centenario de su publicación, Exilio, Pájaros, Vientos reflejan la existencia como un perpetuo decurso en el que aflora la acción humana y civilizadora”.

Poemarios de Saint-John Perse: «Vientos», «Anábasis» y «Pájaros y otros poemas»

Fue un escritor viajero. “Visitó la Argentina y estuvo en Mar del Plata como jurado del Festival Internacional de Cine -revela Oteriño, que reside en esa ciudad-. Allí, desde Villa Victoria, la casa de veraneo de Victoria Ocampo, pidió conocer el mar austral argentino”. En varios números de la revista Sur se publicaron escritos del autor.

Para el poeta y traductor Adrián Bollini, la obra de Saint-John Perse es “la prueba fehaciente de que se puede escribir poesía, e incluso la más alta poesía, en formatos que lindan con la prosa”.

“Todas sus obras mayores, desde Anábasis a Amers, evaden las formas tradicionales del verso: optan por el versículo y en ocasiones llanamente por la prosa, pero sin jamás perder el ritmo ni la contundencia -remarca Bollini-. Sin embargo, su singularidad no se limita a lo formal. Su poesía, en el siglo más antiépico de todos, ha logrado instaurar una épica, pero una épica curiosa, sin sujeto. En Anábasis, el héroe poblador es la imagen de una colectividad que se expande y multiplica, no de un individuo. Sus imágenes tampoco pasan desapercibidas. Su imaginería tropical y frondosa, llena de relieves y precipicios, de relámpagos y flores, escapa por completo a la tradición poética francesa”.

En su obra, lo viejo y lo nuevo se entrelazan del modo más armonioso -sintetiza Bollini-. El libro tibetano de los muertos, El libro egipcio de los muertos, Las odas de Píndaro y las más antiguas épicas resuenan en su poesía junto a las innovaciones estilísticas de finales del siglo XIX y el XX; algo del orden de lo clásico, de la antigua retórica clásica, emerge para unirse a las torsiones y elipsis del estilo moderno”.

Fragmento de “El orden de los pájaros”

El pájaro, de todos nuestros consanguíneos el más ardiente en vivir, lleva los confines del día a un singular destino. Migratorio, y atormentado de inflación solar, viaja de noche, siendo los días demasiado cortos para su actividad. En tiempos de luna gris color del muérdago de las Galias, puebla con su espectro la profecía de las noches. Y su grito en la noche es grito del alba misma: grito de guerra santa al arma blanca.

Al azote de su ala la inmensa liberación de una doble estación; y bajo la curvatura del vuelo, la curvatura misma de la tierra… La alternancia es su ley, la ambigüedad su reino. En el espacio y el tiempo que cubre con un mismo vuelo, su herejía es la de una sola estivación. Es el escándalo también del pintor y el poeta, ensambladores de estaciones en los más altos lugares de intersección.

¡Ascetismo del vuelo!… El pájaro, de todos nuestros comensales el más ávido de ser, es aquel que, para alimentar su pasión, lleva secreta en sí la más alta fiebre de la sangre. Su gracia está en la combustión. Nada allí de simbólico: simple hecho biológico. Y tan ligera para nosotros es la materia pájaro, que parece, a contrafuego del día, llevada hasta la incandescencia. Un hombre en el mar, oliendo mediodía, levanta la cabeza ante este escándalo: una gaviota blanca abierta sobre el cielo, como una mano de mujer contra la llama de una lámpara, eleva en el día la transparencia de una blancura de hostia…

¡Ala segadora del sueño, nos encontrarás este anochecer sobre otras orillas!

Traducción de Ricardo Ibarlucía

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