En los doce meses del año pasado, el Gran Rosario incrementó su superficie urbana en 3,6 kilómetros cuadrados. Puestos uno a continuación del otro, los nuevos barrios sumarían casi tres veces la extensión del parque Independencia. Esos números ubican al aglomerado Rosario entre los cinco primeros del país que mostraron mayor expansión durante 2004. Especialistas advierten sobre el impacto económico, ambiental y fiscal de este crecimiento.
Los datos surgen del último informe sobre el crecimiento de la «mancha urbana» en las principales ciudades argentinas elaborado por la Fundación Tejido Urbano, una entidad integrada por profesionales, especialistas e investigadores de distintas disciplinas que produce información para dar debate sobre las problemáticas del hábitat y las ciudades.
El trabajo midió la expansión de las principales ciudades argentinas en los últimos 6 años, a partir de la interpretación de imágenes satelitales provistas por Google Earth, sobre las que se aplicó una metodología de identificación del límite urbano. De esta forma, se midió el crecimiento horizontal de las ciudades, es decir, el aumento de superficie ocupada por nuevas construcciones de viviendas, sin considerar la expansión en altura.
Mancha urbana es el nombre que se le da al fenómeno de expansión de las ciudades. «Uno puede medir el crecimiento de una ciudad a partir de la cantidad de personas que la habitan, pero también por cómo estas personas se localizan el territorio, si utilizan mucho espacio urbano o poco. La mancha urbana es toda la cuestión física relacionada a la ciudad», explica Fernando Álvarez de Celis, director ejecutivo de la Fundación. Es una herramienta que permite medir cómo se va conformando la superficie de las ciudades, avanzando sobre zonas rurales.
El caso Rosario
¿Qué pasó en Rosario? «Rosario es un aglomerado muy expandido en cuanto a la cantidad de kilómetros, después de Córdoba es la ciudad más expandida del país, por eso no se espera que crezca mucho«, señala Álvarez de Celis. Sin embargo, el último año el departamento se ubicó entre los cinco que sumaron más superficie urbana: aumentando un 1,19 % su superficie, de acuerdo al informe de Tejido Urbano.
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Los 34 aglomerados del país ocupan una superficie urbanizada de 6.107 km² (610.668 hectáreas). En 2004 se adicionaron 57 km² de superficie urbana. Un 0,96 % más. En esos mismos doce meses, Mendoza encabezó esta expansión, engrosó su superficie en 5,7 km2; Córdoba, 5,2 km2; San Juan, 4,2; Tucumán, 3,9 km2 y Rosario, 3,6, ubicándose entre los cinco aglomerados del país que más crecieron. Por su parte, los aglomerados que mostraron la más baja expansión urbana en ese año en términos absolutos fueron Posadas, Gral. Pico, Rio Cuarto, Santa Fe y San Luis, que en conjunto adicionaron 0,6 km².
En los últimos seis años, el Gran Rosario pasó de 291,4 km2 a 306,3. Lo que indica un crecimiento relativo de 5,11 %, apenas por debajo de la media crecimiento del total de los aglomerados urbanos del país. Los aglomerados con mayor expansión entre 2018 y 2024 fueron Neuquén (14,4%), Santiago del Estero (14,1%), Salta (13,3%), Viedma (12,7%), Rio Grande (11,9%). Los que menos crecieron fueron Santa Fe (1,9%), Mar del Plata (2,7%), la Región Metropolitana de Buenos Aires (3,1%), y San Nicolás (3,3%).
Distintos procesos marcan la singularidad de la expansión de las ciudades. Por ejemplo, señala el director de Tejido Urbano, de Celis, En Neuquén, el motor que impulsó la expansión hacia las periferias fue el desarrollo de Vaca Muerta; en Santiago del Estero un plan de vivienda impulsado por la provincia que en 2024 construyó casi 2 mil unidades.
En Rosario, el fenómeno está asociado al crecimiento de los barrios privados hacia el oeste y el sur de la ciudad, en las localidades de Funes, Roldán, Alvear, Pueblo Esther o hacia el norte: Puerto General San Martín. «Son municipios que experimentan una expansión fuerte, que se van extendiendo por la urbanización de zonas rurales que se van ocupando por sectores medios de la población y el interés de los desarrolladores por la gran diferencia de valor que existe entre el suelo rural y urbano», explica.
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Superficie en crecimiento
La expansión de los aglomerados urbanos, continúa, no es sinónimo de progreso. El crecimiento de la urbanización tiene un impacto económico, ambiental y fiscal. «Los debates actuales que se dan en organismos como Naciones Unidas apunta a lograr ciudades compactas, donde se reduce la pisada humana respecto al territorio. El problema es que la extensión del territorio es muy costosa en términos de infraestructura y de servicios. No es lo mismo extender el asfalto y las cloacas para dos mil personas que para 200, lo mismo pasa con los servicios públicos como el colectivo, las escuelas o los centros de salud», ejemplifica.
Y señala que en Rosario como en muchas ciudades argentinas, existen proyectos o planes urbanísticos, «pero se falla en el control del territorio». Según advierte, «hay normativa, existen planes, pero falta hacerlos cumplir. La plusvalía entre el suelo rural y urbano es tan grande que los desarrolladores pasan estas legislaciones por encima y los gobiernos locales siguen generando permisos de expansión para barrios cerrados».
En consecuencia, dice, para la política pública la expansión urbana es un problema «ya que hay que sumar servicios, líneas de colectivo, sistemas de recolección de residuos o iluminación para muy poca gente».
Urbanización vacía
Hace dos años, el Ente de Coordinación Metropolitana Rosario (Ecom) publicó un documento titulado «La urbanización vacía». Allí se advertía sobre «el proceso acelerado de urbanización y el consumo indiscriminado de tierra rural» que se verificaba en el Gran Rosario y que si bien esta expansión podría ser considerada «como muestra de la potencia y desarrollo de nuestra región», en realidad «expone una situación cada vez más preocupante en términos de sostenibilidad del sistema metropolitano en su conjunto».
El Ecom es un ente público no estatal del que participan en municipios y comunas del Gran Rosario para la coordinación y promoción de políticas públicas de impacto regional. El urbanista Ricardo Kingsland estaba al frente del ente cuando se produjo el informe y tiene una mirada crítica sobre la expansión experimentada en el área metropolitana de la ciudad. «En los últimos 30 años, las plantas urbanas de las ciudades y pueblos que conforman el Aglomerado del Gran Rosario crecieron un 56 % en promedio, mientras que la población aumentó sólo un 19 %», apunta.
Para el especialista esos números muestran en forma contundente «algunos de los problemas urbanos que surgen a partir de la ocupación lenta e intermitente de esos tejidos: ausencia o baja prestación de servicios, desconexión real y virtual, falta de transporte, lejanía a los equipamientos educativos y de salud, problemas en el mantenimiento de los servicios municipales básicos, riesgo ambiental, entre otros».
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Kingsland advierte que el crecimiento del área metropolitana de Rosario se da de forma dispersa sin una demanda poblacional fuerte que genere una densidad sostenible de los nuevos loteos. La consecuencia, dice, es «un círculo vicioso de consumo del territorio sin una presencia del Estado fuerte en el sentido de guiar y ordenar esa urbanización». Por ejemplo, identificando hacia dónde, cómo y cuándo deben crecer las ciudades, alentando mecanismos que faciliten el acceso a la tierra y a la vivienda para todos los ciudadanos y tengan en cuenta la cuestión ambiental.
«En este tema _apunta_ confluyen varios factores. Uno de ello es el derecho de los urbanizadores de poder realizar negocios inmobiliarios, por otro lado la ausencia del Estado sea municipal o provincial para ordenar esos desarrollos y generar urbanizaciones sostenibles», remata y considera que es «hipernecesario» una ley de ordenamiento territorial provincial que tenga incluso rango constitucional, aprovechando la próxima reforma de la carta magna.
Un cambio cultural
A fines del año pasado, la provincia suspendió las obras de cuatro loteos del departamento Rosario por no contar con su habilitación en regla y puso bajo la lupa a otros 21 desarrollos. El actual director del Ecom, Héctor Floriani, considera la decisión una buena medida. «Toda nueva urbanización implica desafíos complejos», señala el urbanista y advierte que «una expansión descontrolada no es sustentable».
Según explica, en términos ambientales en una ciudad difusa, con baja densidad de población, sus habitantes van a depender demasiado del automóvil para trasladarse a su lugar de trabajo, realizar compras, asistir a la escuela o buscar atención en salud.
Además, agrega, la urbanización implica un incremento de la impermeabilización del suelo, cuyas consecuencias se hacen sentir en períodos de lluvias intensas, como las vividas en la ciudad de Bahía Blanca o en Santa Fe, hace 22 años.
Por eso, dice, «tenemos que ser muy responsables en la expansión del suelo urbano«. La clave es entender el proceso sistémico de la expansión de las ciudades y sus consecuencias. «No se trata sólo de lotear un terreno y hacer calles, se trata de hacer ciudad: llevar servicios, transporte, movilidad. Pero muchas veces esos costos no están incluidos en el proceso de generación de nuevo suelo urbano y se transfieren a la colectividad entera. Es decir, que termina habiendo una trasferencia de recursos desde la colectividad a los responsables del desarrollo».
En este sentido, Floriani considera esencial que los intendentes y presidentes comunales del área metropolitana de Rosario «sean cautos a la hora de habilitar nuevos suelos urbanos, sin tener en cuenta su sustentabilidad ambiental, económica y sociopolítica«.
La gran pregunta es, considera, si la expansión de estas urbanizaciones responde a necesidades de la población, como la aspiración a vivir alejados de la ciudad, o a proyectos especulativos que tienen más que ver con la captación de renta de un negocio inmobiliario.