Residente: el guiño a Goyeneche y hasta la voz de Penélope Cruz para una noche que fue un paseo por todos los tiempos

Artista: Residente. Músicos: Kianí Medina (voz), Daniel Díaz (percusión), Leo Genovese (piano, teclados), Elías Meister (guitarra), Justin Purtill (guitarra), El Estepario Siberiano (batería), Helen Newby (cello). Lugar: Movistar Arena. Fecha: 27 de septiembre (repite el sábado 28)

Contrario a lo que se podría imaginar, para René Pérez Joglar parece existir una línea divisoria entre su persona y Residente, la identidad artística que sostiene desde hace más de dos décadas, o como uno se convirtió en la muralla casi infranqueable de la fragilidad y el intimismo del otro. Lejos de querer disipar esa barrera, su primer show en el Movistar Arena potenció esa idea: con dos púlpitos ubicados en extremos opuestos del escenario (uno con su nombre, el otro con su alias creativo), el rapero portorriqueño jugó a darle voz a sus dos identidades durante dos horas, a veces para encontrar puntos en común entre ambos extremos, otras, para hacerlos colisionar y ponerlos en crisis.

Con el estadio de Villa Crespo en total oscuridad, lo primero que se escuchó en la sala fue la grabación de “Balada para un loco”, en la versión de Roberto Goyeneche y la Orquesta de Astor Piazzolla. Y en vez de pegar fuerte de entrada, la carta de presentación del show fue “René”, una balada de ínfulas orquestales y cinematográficas en la que, mientras Pérez Joglar bajaba la guardia para repasar desde su atril una lista de sus debilidades, la ilustradora María Emegé lo retrataba a mano alzada, un dibujo del rapero parado en el medio del abismo, como contemplando el vacío, pero también fantaseando por ser devorado por él. “Quiero volver a sentir, a cuando no tenía que fingir. Yo quiero volver a ser yo”, deslizó sobre el cierre. Al mismo tiempo, ocurría el otro gran recurso teatral de la noche, con la actriz Larissa Dones interpretando a una mecanógrafa que tipeaba en una máquina de escribir los versos de cada barra que luego se proyectaban en la pantalla central.

Pero quien tomó la posta después de eso fue Residente. Con solo calzarse una gorra negra, su identidad tomó protagonismo, y lo hizo con un medley de su carrera solista, que arrancó con “Pecador” y siguió con el segmento musicalmente más pesado de “Baladista” (lo que significó también esquivar su segundo acto, más cercano a un paso de comedia), para luego desembocar en su session con Bizarrap, en la que su tiradera con J. Balvin funciona también como una manera de marcarle la cancha a sus competidores . “Quiniento’ dólare’ por un boleto, señore’ por brincar como un pendejo vestido de colore’”, rapea Residente, vestido de pantalón negro y camisa blanca y chaleco a tono, antes de su estocada definitiva: “No se compra el respeto por ser talentos, una cosa es ser artista, otra cosa es ser famoso”.

De los éxitos de Calle 13 a todo un recorrido por su carrera solistaDIEGO SPIVACOW / AFV

Después, “Ron en el piso” volvió a poner a René como protagonista para un r&b autobiográfico. Y como su obra no se caracteriza por la constante exposición de vulnerabilidades, Pérez Joglar volvió a calzarse su gorra, giró su visera hacia atrás, y ese sencillo gesto lo transformó en el Residente de Calle 13, la transformación para una selección de temas de la banda que supo liderar con su medio hermano Eduardo Cabra, con el filo más provocador y combativo de sus rimas a lo largo de “Baile de los pobres”, “Nadie como tú”, “Cumbia de los aburridos”, “Atrévete-te-te” y “El aguante”, con la banda frenando en seco para que las voces de Residente y su publico sean los únicos protagonistas al momento de “Aguantamos al culpable cuando se hace el inocente, aguantamos cada año a nuestro puto presidente”.

Como para liberar las tensiones, “Muerte en Hawaii” puso paños fríos con un reggae dulzón que chocó de bruces con la cargada “Guerra” y su listado de injusticias humanitarias en cada rincón del planeta. De algún modo, la canción sirvió para dos seguidillas de canciones que funcionaron también a base de opuestos. Primero, “This is not America”, de la carrera solista de Residente, fue la defensa del territorio (“Estamo’ aquí desde hace rato, cuando uste’ llegaron ya estaban las huellas de nuestros zapatos. Se robaron hasta la comida’l gato y todavía se están lamiendo el plato”) que funcionó hermanada con “Latinoamérica”, de Calle 13. Después, el romanticismo latente de “El encuentro” (a dúo con su corista, Kianî Medina), puesta en espejo con “Desencuentro”, coronada por el arrebato abstracto en piano del venadense Leo Genovese.

Así arrancó Residente la primera de sus dos noches en el Movistar ArenaDIEGO SPIVACOW / AFV

Y cuando “Que fluya” parecía prolongar el segmento más introspectivo del show, el repertorio de Calle 13 volvió a encender la mecha con “Fiesta de locos”, con Residente agitando desde la valla, y después “Vamo’ a portarnos mal”, reformulado como una suerte de cuarteto interpretado en los Balcanes en vez de en la sierra cordobesa. Casi como prueba de su versatilidad musical, en “Problema cabrón”, la verba de Pérez Joglar zigzagueó a través de un blues amorfo, sin la presencia de Wos (que participa en su versión de estudio), ausente con aviso por estar de gira por el centro del país. Y aunque el fervor de “El futuro es nuestro” prometía una retirada con el fervor en alto, Residente eligió ponerle el cierre a su show con “313″, que culminó con un crescendo dramático a dúo entre Pérez Joglar y la cantaora Silvia Pérez Cruz, pero que había comenzado con un recitado en off de Penélope Cruz. Allí, la actriz española enunció: “Si el mundo se mueve, todos nos movemos. Por eso hay que morir para que otros nazcan. Para que nada se detenga, para que todo siempre empiece. Pero todo lo que empieza, en algún momento deja de existir. Por eso hay que vivir sin perdernos nada desvelados, sin pestañear”, un recordatorio que Residente parece tener a mano cada vez que se saca su máscara y vuelve a ser René.

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